Los Gobiernos Locales y el Federalismo
En el federalismo, los gobiernos locales no forman parte del modelo, en el sentido de que política y jurídicamente no son reconocidos de manera directa, los gobiernos locales son para las entidades federadas lo que éstas son para el Estado federal. La subordinación de los gobiernos locales tienen dos particulares principales: el primero, es que no son actores reconocidos como parte integrante; y el segundo, es que el concepto de soberanía, es remitido al Estado, concebido como entidad suprema que trasciende a las formas locales del gobierno y de la política.
La conexión del federalismo con los gobiernos locales se remite a conceptos estatistas de la soberanía, a principios políticos y a la práctica intergubernamental, en la etapa de globalización.
Gobiernos locales, ciudadanía y federalismo
El federalismo guarda una relación muy estrecha con la forma más democrática de la soberanía, al depositarla en el pueblo. El “pueblo” se refiere a los ciudadanos y a los atributos que éstos tienen en una democracia liberal, con el objetivo de acotar el poder de la autoridad. El federalismo y la ciudadanía, desde esta perspectiva, se encuentran por el intermedio de la soberanía popular. En el federalismo está implícito el reconocimiento de la ciudadanía, de la soberanía popular y su capacidad de determinar al poder político.
El gobierno local, pueden entenderse como un derivado inmediato de la ciudadanía y de la democracia. La primera forma de organización de los asuntos públicos adquiere pleno sentido en un horizonte ciudadano, cultural y jurídicamente definido, haciendo del gobierno local un espacio propio. El desarrollo de la ciudadanía implica directamente un gobierno local desarrollado en cuanto instancia primaria del poder y de respuesta organizada a los asuntos públicos y, a la vez, como espacio básico de realización de los atributos ciudadanos.
Las capacidades ciudadanas requieren concretarse: en general, en el Estado; y en particular, en el gobierno local. La ciudadanía constituye al gobierno local, definiéndolo como su expresión inmediata en la esfera gubernamental. El gobierno local tiene como variables al autogobierno y la autonomía, las cuales establecen su conexión con el federalismo.
El gobierno local es una forma primaria del poder político, antes que una forma primaria de la ciudadanía. La conexión entre gobierno local y ciudadanía, se deriva del marco del Estado federal, donde el gobierno y las formas del poder político quedan subordinados a los atributos de la ciudadanía. El federalismo guarda consistencia con la ciudadanía del gobierno local, pero no con todas las etapas o formas que éste pueda asumir. El modelo federal define sus posibilidades con lo local y con otras formas de organización del poder desde la evolución de éstas.
La ciudadanía se presenta tanto en modelos de Estado unitario como de Estado federal, sin embargo, el autogobierno y la “pertenencia” ciudadana del gobierno local, solo existe en el federalismo. El Estado unitario traslada el poder y la autoridad hacia las entidades nacionales, que determinan las formas subnacionales y locales de gobierno. El autogobierno y la pertenencia entre ciudadanos y gobierno local son matizadas por la estructura central. En el modelo federal hay una franja de mayor libertad para las entidades federadas y, también para los gobiernos locales.
El federalismo desarrolla a la ciudadanía y a la democracia, como efecto de su propia estructura, e impulsa a los gobiernos locales y al sentido de pertenencia de éstos (al autogobierno y la autonomía). En el Estado unitario, su dinámica institucional no implica el desarrollo de la ciudadanía, pero no sé excluye, que pueda convivir con la democracia. En el modelo unitario, las fuentes de la democracia y de la ciudadanía proceden de factores propiamente políticos, del poder y de sus actores.
Una vez ubicado en un contexto político ciudadano, el gobierno local puede adquirir un nivel mayor de descentralización y de autogobierno en un marco federal. El federalismo tiene mayores probabilidades de formas desarrolladas de autogobierno en sus entidades locales. Sin embargo, desde el marco legal y administrativo, el sistema federal comparte con el modelo unitario la definición de facultades o poderes de los gobiernos locales por instancias externas.
A pesar de la mayor congruencia entre el federalismo y los gobiernos locales desarrollados, existe tensión entre el gobierno local y la definición de sus facultades. Una de las expresiones más evidentes sobre los límites externos del gobierno, radica en que sus posibilidades, a pesar de la amplia diversidad de tipos de gobierno local, todos están enmarcados por las atribuciones o dimensiones de los gobiernos federados a los cuales quedan subordinados.
Las formas del gobierno local, pueden clasificarse en dos grandes grupos: formato flexible y formato fijo. En el primer caso, la integración de un gobierno local obedece al cumplimiento de determinados objetivos de política pública, por lo cual su flexibilidad es tan amplia como sea necesario. El otro grupo corresponde a países en donde el gobierno local sólo puede adquirir una forma única. La flexibilidad orgánica del gobierno local, permite una evolución más acelerada del aparato y de la administración local y tiene mayor probabilidad de evolucionar en autogobierno.
Gobiernos locales y principios políticos del federalismo
La estructura dual y la naturaleza no concentrada del Estado federal es un parámetro que se extiende a las relaciones entre las entidades federadas y las formas locales de gobierno que existen en su interior. La no concentración permite una reivindicación (formal e informal) de los intereses locales ante las autoridades nacionales o subnacionales, lo cual se refleja en una organización administrativa descentralizada. El principio de no concentración es congruente con el concepto de autogobierno, y ambos se influencian recíprocamente.
La estructura dual de los poderes del Estado federal posibilita que los gobiernos locales tengan funciones tanto propias (jurídicamente establecidas), como delegadas o coordinadas (establecidas por acuerdo intergubernamental). La administración pública puede asumir un formato delegado, instrumentada por los gobiernos federados y por las entidades locales (como Alemania), o un formato compartido y redundante de coordinación intergubernamental (como Estados Unidos).
El federalismo es un sistema de relaciones que reconoce diferencias sociales o territoriales, y las integra en el marco de un todo mayor. El reconocimiento de la diferencia se extiende a todos los elementos del sistema federal y, reivindican los intereses de los gobiernos y de las sociedades locales, como parte de las reglas y valores del pacto federal. El federalismo se articula con lo local precisamente cuando reivindica lo individual, la especificidad de las partes, la tolerancia a las minorías, el respeto a la diferencia y la negación de lo homogéneo.
Los gobiernos locales y la evolución del Estado
La evolución de los Estados nacionales han producido dos acontecimientos, que han influido en la evolución del Estado y en su relación con los gobiernos locales. El primero son las crisis económicas, que obligaron a los gobiernos nacionales a intervenir directamente en actividades de regulación económica y de protección de las condiciones básicas de calidad de vida a través de políticas sociales, lo cual implicó el desarrollo de una infraestructura administrativa en espacios que correspondían a los gobiernos locales.
El segundo tipo es la globalización económica contemporánea y la redefinición del papel del Estado en las sociedades nacionales. El avance de la globalización, y la incapacidad de los Estados nacionales para regular los flujos financieros, comerciales y económicos en general, han hecho que las funciones de los gobiernos nacionales se acoten, impulsado programas de descentralización. En esta dinámica los gobiernos locales reivindican su papel en la esfera pública.
Los gobiernos locales adquieren un papel político revitalizado en consonancia con la crisis estructural de competencias y poder en que se encuentran los Estados nacionales en el nuevo sistema global. Los Estados nacionales son demasiado pequeños para controlar y dirigir los flujos globales de poder, riqueza y tecnología del nuevo sistema, y demasiado grandes para representar la pluralidad de intereses sociales e identidades culturales de la sociedad, perdiendo por tanto legitimidad a la vez como instituciones representativas y como organizaciones eficientes.
Tanto la dinámica centralizadora de las funciones públicas por los gobiernos nacionales, como las descentralizadoras derivadas de la globalización y de la consecuente redefinición de los Estados nacionales son procesos que trascienden a las formas unitarias o federales de los Estados. La estructura del federalismo al ser más flexible, su capacidad de adaptación es mayor, en la coyuntura contemporánea.
Otro elemento que contribuye al fortalecimiento de los gobiernos locales es la complejidad creciente de las políticas públicas. La complejidad de las políticas públicas es cada vez mas evidente en las destinadas a la regulación económica, las políticas ambientales, las sociales, las culturales, las de regulación de usos del suelo, las de comunicaciones, etc. En mayor o menor grado, la dispersión y movilidad territorial de sus determinantes obliga a que las iniciativas públicas deban ser implantadas desde instancias y principios no concentrados.
La coordinación intergubernamental, nacional, e incluso internacional, para la instrumentación de las políticas públicas se ha convertido en un recurso de uso cotidiano. Una vez que se ha definido su objetivo territorial (target), la especificidad de las políticas sólo se obtiene mediante la intervención activa de los gobiernos locales. Con políticas públicas complejas, los gobiernos locales deben tener la capacidad de integrar las prioridades del desarrollo local y, adicionalmente, la capacidad de incorporar esas prioridades al acuerdo intergubernamental.
Debido a la estructura dual del sistema y al principio de no concentración, los países federales mantienen, un equilibrio relativo entre las dimensiones de los aparatos de gobierno nacional, de las entidades federadas y de los locales. Las dimensiones de los aparatos de gobierno, dentro de un sistema federal, asienta sus relaciones en la estructura dual del modelo. No solamente las dimensiones de los aparatos de gobierno son un indicador básico de un Estado federal, sino también lo es, la distribución espacial de los recursos sociales de un país. A la no concentración del poder político, la distribución es más equilibrada regionalmente y las naciones federales, asumen estás variables.
Bibliografía
Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 63-78.
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