viernes, 26 de marzo de 2021

El Federalismo Imperfecto (Un Sistema que se autogobierno y se autoconstruye)

El Federalismo Imperfecto


El federalismo es un modelo, que puede ser concebido como un camino a seguir o  como  un  valor  humano  (ético  o  ideológico)  reconocido  útil  para el diseño y organización  del poder  político. Sin embargo, el federalismo es un proceso y, al mismo tiempo, una  necesidad histórica. El federalismo no es solo un modelo jurídico, aunque lo supone; no es un programa político, pero necesita de actores sociales; no solo son instituciones, pero las necesita para ser efectivo. La construcción del federalismo es un proceso social complejo, que implica  la sincronía y  el vínculo  de varios procesos  sociales, haciendo que su realidad sea imperfecta.

El federalismo, en cuanto concepto, tiene una larga trayectoria que lo ubica como valor político una vez en manos de actores sociales concretos, quienes lo han transformado en un proyecto político: durante parte del siglo  XIX,  y sobre todo en el XVIII, el federalismo fue también una utopía social, un programa político para la organización del poder y un modelo para la formación del Estado. El federalismo sigue vigente como modelo político y como forma concreta de organización de un amplio número de naciones del mundo.

La relación entre federalismo, democracia y gobiernos  locales  puede  desarrollarse, con conexiones positivas o “negativas”, el federalismo y su impulso al desarrollo de la ciudadanía tienen como efecto el fortalecimiento de los gobiernos locales, creando en éstos una fuerte inercia al autogobierno. Con esta inercia tiende a formarse en los gobiernos locales un actor institucional y político de gran relevancia, convirtiéndolo en un factor de tensión para los otros órdenes de gobierno.

Para las instituciones locales hay en el federalismo un impulso a su desarrollo y, una contención dada su posición subordinada. Entre los supuestos del modelo federal se encuentra su capacidad para administrar  las tensiones  de su  estructura, dándoles  una salida  que lejos de  anular multiplique  los recursos institucionales  mediante acuerdos intergubernamentales. La misión de estos acuerdos y de sus reglas es administrar esas tensiones, creando alternativas constructivas y no opresivas.

La parte más complicada para el federalismo no proviene de las tensiones entre sus conceptos esenciales, sino de la complejidad de variables que interfieren en su dinámica empírica, es decir, en cuanto federalismo “imperfecto”. En este caso, las relaciones positivas entre los conceptos se ven necesariamente matizadas o incluso subordinadas por otras variables, que en los hechos pueden alcanzar la capacidad para cuestionar al propio modelo.

Uno de los contenidos esenciales del federalismo radica en ser una estructura que organiza al Estado y al poder político, que garantiza el autogobierno de las partes federadas, así como  la capacidad de éstas para participar permanentemente en la integración de la voluntad general. Por lo que, si nos referimos a un sistema político que concentra el poder en un vértice nacional; que es autoritario y, además, las partes federadas no tiene la capacidad para integrarse efectivamente, ni  expresarse en el todo nacional, estamos ante un Estado que ha perdido su esencia federal.

El federalismo depende de que los sistemas políticos, sus reglas, instituciones y actores, sean la parte central del dinamismo y salud de un sistema federal, por lo cual sus elementos necesitan de una base mínima de compatibilidad con la naturaleza del Estado federal. Si esta base mínima no se cumple, la “imperfección” del federalismo puede llegar a convertirse en la negación misma de su esencia.

Otro aspecto de gran relevancia es la vigencia del Estado de derecho, que incluye el acotamiento jurídico de todas las formas de autoridad, y no solamente como un ejercicio nominal, sino como una práctica institucional plenamente establecida: sin Estado de derecho no hay pacto federal que tenga vigencia. Por otro lado, la débil presencia de una cultura ciudadana, incapaz de reconocer los valores políticos de pluralidad, diversidad, tolerancia y respeto a las minorías también juegan en detrimento de sistema.

La “imperfección” del federalismo se encuentra en el proceso mismo del Estado. En este marco, puede avanzar hacia la concentración del poder y a las funciones gubernamentales en las instituciones nacionales como dirigirse en sentido contrario, generando desfases y debilidades en las entidades federadas y en los gobiernos locales. En un sentido o en otro, la dinámica de los sistemas federales puede verse afectada, En el primer caso, anula  la  estructura  dual  de  organización  del  Estado;  en el segundo, el sistema pierde eficacia y coordinación.

A pesar de está profunda dualidad el federalismo sigue formando parte de nuestro mundo contemporáneo. Más aún, sus principios surgen progresivamente como alternativa para la regulación de las modernas relaciones internacionales entre los Estados nacionales e, incluso, para la formación de organismos supranacionales.

Su flexibilidad, permitida por su estructura, así como su dinámica, orientada por sus principios políticos, le han permitido sobrevivir a lo largo de varios siglos. En estos tiempos encontremos Estados federales que propagan un “federalismo renovado” o un “nuevo federalismo”, estos son síntomas de la vigencia del modelo y, a la vez, de su extraordinaria flexibilidad y capacidad de  adaptación,  que  seguirá  influyendo  con sus principios en la organización del poder, de los Estados y de las relaciones que entre ellos en el  marco de una sociedad global.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 79-85.

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