El Federalismo Imperfecto
El
federalismo es un modelo, que puede ser concebido como un camino a seguir
o como
un valor humano
(ético o ideológico)
reconocido útil para el diseño y organización del poder
político. Sin embargo, el federalismo es un proceso y, al mismo tiempo,
una necesidad histórica. El federalismo
no es solo un modelo jurídico, aunque lo supone; no es un programa político, pero
necesita de actores sociales; no solo son instituciones, pero las necesita para
ser efectivo. La construcción del federalismo es un proceso social complejo, que
implica la sincronía y el vínculo
de varios procesos sociales, haciendo
que su realidad sea imperfecta.
El
federalismo, en cuanto concepto, tiene una larga trayectoria que lo ubica como
valor político una vez en manos de actores sociales concretos, quienes lo han
transformado en un proyecto político: durante parte del siglo XIX, y
sobre todo en el XVIII, el federalismo fue también una utopía social, un
programa político para la organización del poder y un modelo para la formación
del Estado. El federalismo sigue vigente como modelo político y como forma
concreta de organización de un amplio número de naciones del mundo.
La
relación entre federalismo, democracia y gobiernos locales
puede desarrollarse, con
conexiones positivas o “negativas”, el federalismo y su impulso al desarrollo
de la ciudadanía tienen como efecto el fortalecimiento de los gobiernos
locales, creando en éstos una fuerte inercia al autogobierno. Con esta inercia
tiende a formarse en los gobiernos locales un actor institucional y político de
gran relevancia, convirtiéndolo en un factor de tensión para los otros órdenes
de gobierno.
Para
las instituciones locales hay en el federalismo un impulso a su desarrollo y,
una contención dada su posición subordinada. Entre los supuestos del modelo
federal se encuentra su capacidad para administrar las tensiones
de su estructura, dándoles una salida
que lejos de anular
multiplique los recursos
institucionales mediante acuerdos
intergubernamentales. La misión de estos acuerdos y de sus reglas es administrar
esas tensiones, creando alternativas constructivas y no opresivas.
La
parte más complicada para el federalismo no proviene de las tensiones entre sus
conceptos esenciales, sino de la complejidad de variables que interfieren en su
dinámica empírica, es decir, en cuanto federalismo “imperfecto”. En este caso,
las relaciones positivas entre los conceptos se ven necesariamente matizadas o
incluso subordinadas por otras variables, que en los hechos pueden alcanzar la
capacidad para cuestionar al propio modelo.
Uno de
los contenidos esenciales del federalismo radica en ser una estructura que
organiza al Estado y al poder político, que garantiza el autogobierno de las
partes federadas, así como la capacidad
de éstas para participar permanentemente en la integración de la voluntad
general. Por lo que, si nos referimos a un sistema político que concentra el
poder en un vértice nacional; que es autoritario y, además, las partes
federadas no tiene la capacidad para integrarse efectivamente, ni expresarse en el todo nacional, estamos ante
un Estado que ha perdido su esencia federal.
El federalismo
depende de que los sistemas políticos, sus reglas, instituciones y actores, sean
la parte central del dinamismo y salud de un sistema federal, por lo cual sus
elementos necesitan de una base mínima de compatibilidad con la naturaleza del
Estado federal. Si esta base mínima no se cumple, la “imperfección” del
federalismo puede llegar a convertirse en la negación misma de su esencia.
Otro
aspecto de gran relevancia es la vigencia del Estado de derecho, que incluye el
acotamiento jurídico de todas las formas de autoridad, y no solamente como un
ejercicio nominal, sino como una práctica institucional plenamente establecida:
sin Estado de derecho no hay pacto federal que tenga vigencia. Por otro lado, la
débil presencia de una cultura ciudadana, incapaz de reconocer los valores
políticos de pluralidad, diversidad, tolerancia y respeto a las minorías
también juegan en detrimento de sistema.
La
“imperfección” del federalismo se encuentra en el proceso mismo del Estado. En
este marco, puede avanzar hacia la concentración del poder y a las funciones
gubernamentales en las instituciones nacionales como dirigirse en sentido
contrario, generando desfases y debilidades en las entidades federadas y en los
gobiernos locales. En un sentido o en otro, la dinámica de los sistemas
federales puede verse afectada, En el primer caso, anula la
estructura dual de
organización del Estado;
en el segundo, el sistema pierde eficacia y coordinación.
A
pesar de está profunda dualidad el federalismo sigue formando parte de nuestro
mundo contemporáneo. Más aún, sus principios surgen progresivamente como
alternativa para la regulación de las modernas relaciones internacionales entre
los Estados nacionales e, incluso, para la formación de organismos
supranacionales.
Su
flexibilidad, permitida por su estructura, así como su dinámica, orientada por
sus principios políticos, le han permitido sobrevivir a lo largo de varios
siglos. En estos tiempos encontremos Estados federales que propagan un “federalismo
renovado” o un “nuevo federalismo”, estos son síntomas de la vigencia del
modelo y, a la vez, de su extraordinaria flexibilidad y capacidad de adaptación,
que seguirá influyendo
con sus principios en la organización del poder, de los Estados y de las
relaciones que entre ellos en el marco
de una sociedad global.
Bibliografía
Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 79-85.
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