martes, 16 de marzo de 2021

Federalismo, Democracia, Pluralidad e Igualdad

 Federalismo y Sistemas Electorales


El federalismo se relaciona de manera exclusiva con los principios democráticos. Los  conceptos  políticos que acompañan al modelo de Estado federal son, en conjunto, incompatibles con formas autoritarias, no plurales, centralizadas, concentradoras de poder y, con formas de gobierno ajenas al Estado de derecho. Entre  el  federalismo y la democracia existe una consistencia  de conceptos, que no obstante es insuficiente para impedir que determinadas sociedades federales incurran en abusos políticos.

La viabilidad de los Estados federales depende de que sus principios políticos sean cumplidos en términos reales y de que éstos se reflejen en los procesos de gobierno. La democracia cumple un papel decisivo al normar la distribución del poder político, incluyendo la conformación de las organizaciones políticas y las formas de representación. La democracia tiene un rol decisivo para un sistema federal al definir a los actores y, las bases políticas de la negociación intergubernamental que configuran al Estado nacional.

Las relaciones intergubernamentales, son determinadas por los sistemas políticos. Un sistema político puede anular al federalismo en la práctica de las relaciones intergubernamentales, o puede estimularlo y constituirse en su sustento concreto. La esencia del federalismo radica en una estructura dual de distribución del poder político y en las relaciones que establecen las partes constitutivas y la esencia de estas relaciones radica en los sistemas políticos, en la dinámica de sus actores y en la representación social.

El Estado y el poder no son definibles de una vez y para siempre, en un sistema federal, las condiciones de dinamismo estructural, deben consolidarse en dos vías esenciales de regulación: la democracia, como recurso que define las relaciones entre los ciudadanos y el poder político, y las formas  de  representación  y, los instrumentos de las relaciones intergubernamentales, como recurso que define las relaciones entre las entidades gubernamentales de una federación. A estas regulaciones se suma la separación  de  poderes,  tanto  en  la  esfera  nacional  como  en  los órganos federados.

La esencia del modelo radica en el sistema de relaciones, que asienta la estructura dual entre un Estado nacional y las entidades territoriales (o sociales) federadas. El sistema de relaciones es por y para la preservación de la estructura dual del federalismo: autogobierno más gobierno compartido. El sistema de relaciones está sustentado por dos ejes principales: las relaciones institucionales entre el gobierno nacional y los gobiernos federados y, las relaciones entre los actores y las estructuras políticas.

Los sistemas políticos de las naciones federales necesitan tener un perfil consistente con este modelo de Estado, asumiendo que de ello depende la preservación y expresión de la voluntad soberana de las partes federadas así como la posibilidad de que dicha voluntad se exprese en las relaciones interinstitucionales y que, de esta manera, participe en la integración de la voluntad colectiva del todo federal.

Sin democracia, la posibilidad de que las instituciones regionales expresen fielmente la voluntad de la sociedad  regional  es  casi  nula,  además  de  ilegítima.  La democracia es, por consiguiente: a) condición para la expresión soberana de la voluntad popular; b) base del autogobierno de las partes de una federación, y c) condición para que cada entidad pueda intervenir en la formación de la voluntad colectiva del todo federal.

El Estado federal es un sistema plural, con voluntades diversas y territorialmente distinguibles. Ésta es una condición esencial a la cual deben ajustarse las reglas de la política que definen a los actores que participan en ella, así como las formas  de  distribución  del  poder,  tanto  a  escala  regional  como  nacional, un sistema político en el federalismo debe ser capaz de preservar y de expresar la pluralidad y la diversidad de las voluntades que integran a la nación.

El sistema político no puede ser homogéneo, plano, sin particularidades regionales ni sociales; las reglas de la política deben seguir la estructura dual del modelo, haciéndose también plurales y diversas, capaces de integrar distintas formas de aplicar principios democráticos, y en sociedades contrastantes por su composición étnica, organización social o lenguaje.

El sistema político de una nación federal tiende, a ser un sistema nacional que coexiste junto con sistemas políticos definidos soberanamente por las partes federadas. Cada uno de los subsistemas debe tener capacidad de expresar las particularidades de cada sociedad regional, a través de actores políticos propios, adecuados a su perfil social. De otra manera, la formación de la voluntad de la sociedad regional no sería posible y, por consecuencia, su participación en el pacto federal tampoco sería efectiva.

El pluralismo partidista es una condición  necesaria  para  el  funcionamiento  de  una  democracia  federal.  Pero  para  realizar  sus  funciones,  los  partidos  deben  ser  capaces  de expresar las demandas de los intereses nacionales y locales y de participar en elecciones con posicionamientos distintos. Así, el equilibrio federal, la autonomía y la interdependencia son atributos de la organización de los partidos y de la independencia de los sistemas partidistas de las unidades federadas.

Puede definirse al federalismo como autogobierno más gobierno compartido, y el sistema político de un Estado federal debe cumplir con el principio de  democracia más democracias particulares; para ello la  voluntad  de  la  parte  federada  tiene que expresarse en la voluntad del todo nacional. Sin embargo, esto hace que exista una tensión de intereses entre la política nacional y la política regional. Si predominan los primeros por encima de los segundos, el modelo pierde su esencia; si predominan los segundos por encima de los primeros, el sistema carecería de sentido. Por ello, debe haber un equilibrio a través de procedimientos institucionales.

Los partidos políticos son una instancia que concreta y da forma cotidiana a las relaciones institucionales y políticas en un Estado federal; ocupan un rol especial en el conjunto del sistema y, encarnan la complejidad y delicadeza  de las  piezas  que articulan  al  todo federal.  Si los  partidos están centralizados,  las  relaciones  que  predominan son las procedentes del gobierno nacional, en demérito de la perspectiva de las entidades federadas. Si se orientan hacia formas muy locales, la articulación nacional de intereses sociales es la que pierde perspectiva.

El modelo federal  para  establecer  el frágil balance entre las partes y el todo, utiliza el principio de igualdad que se ve reflejado en las instituciones que representan a las partes federadas, utilizando un concepto “complejo” de mayoría con variables culturales, étnicas, lingüísticas o espaciales. El concepto de mayoría no se refiere simplemente a un número determinado de ciudadanos, sino a una determinada distribución  de  los  ciudadanos  que  reconoce  alguna variable social. De esta manera, una entidad federada con una población de un millón de habitantes puede tener la misma relevancia política que otra entidad  con dos millones.

Las instituciones políticas del federalismo, reconocen el principio de igualdad y durante el proceso de toma de decisiones involucran a las partes federadas cuando se requiere su aprobación para determinada decisión gubernamental. Estos mecanismos constituyen la salvaguarda de la soberanía  de  las  partes  federadas y,  en la  perspectiva  del  sistema político, una salvaguarda de los derechos de las minorías, lo cual es fundamental en las sociedades heterogéneas.

Los valores del federalismo son democracia, pluralidad e igualdad, y deben encontrarse encarnados en los sistemas políticos, en sus actores y en las relaciones que estos actores imprimen al mapa intergubernamental; de  la misma  manera,  el  concepto  de minoría,  junto  con  el de diversidad, tienden a concebirse y a aplicarse de una manera más valorada y  compleja. Sin embargo las relaciones entre conceptos no se traducen directamente en prácticas políticas, siempre cabe la posibilidad de que la ruta del poder siga otras reglas.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 51-61.

 

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