sábado, 6 de marzo de 2021

El Federalismo y sus Elementos

Federalismo y Soberanía


El federalismo puede definirse como una forma de organizar el  poder  político y de estructurar al Estado, distinguible de otras formas como el modelo del Estado unitario. El contraste entre uno y otro permite elaborar un marco para definir a los sistemas federales. El federalismo contiene en su organización política y administrativa por lo menos dos niveles u órdenes de gobierno, cada cual con una distribución determinada de atribuciones y de responsabilidades públicas, además de una independencia política recíproca; el Estado unitario condensa el poder político en una sola organización institucional.

El federalismo, conserva una capacidad propia de reproducción política y atribuciones que tienen una delimitación territorial. La forma común es la presencia de un gobierno general (denominado nacional o federal) y de gobiernos de unidades subnacionales (usualmente estados o repúblicas, además de los Länders  en Alemania o los  cantones  suizos), cada uno con determinadas capacidades políticas que en todo momento evitan vínculos de subordinación o de dominación recíprocos.

El federalismo se define así por una estructura dual de organización del poder de un Estado, en donde lo fundamental es la naturaleza política de las relaciones que se establecen entre cada una de las partes (niveles u órdenes de gobierno), caracterizadas por su independencia, no subordinación y por la permanencia de la soberanía. Su esencia es la estructura institucional dual y la autonomía política que conservan las partes, la capacidad para decidirse a sí mismas: “autogobierno más gobierno compartido”.

La historia conceptual y social del federalismo se remonta a siglos. En cuanto  principio,  como  estructura  dual  de  gobierno y acuerdo o alianza entre partes, su origen se visualiza en las tribus hebreas, a ciudades de la Grecia antigua  y a tribus  precolombinas del continente americano. Pero, estas experiencias suponen un acotamiento del concepto, limitándolo a su contenido etimológico en cuanto “alianza” (del latín foedus) entre entes políticos para crear una estructura orgánica superior. Esas antiguas alianzas mantenían un principio de unidad política que no implicaba la pérdida de autonomía para las partes integrantes del acuerdo.

Detrás del modelo federal de organización del Estado ha existido una necesidad práctica de organización de las sociedades. El federalismo no es simplemente una idea que una vez concebida se haya traducido en práctica. La necesidad histórica del federalismo, no puede inventarse o decretarse para determinada sociedad o para cualquier tiempo en la evolución del Estado; requiere de determinadas condiciones sociales que lo hagan factible y necesario.

El primer teórico del federalismo es Johannes Althaus (1557-1638), en su  estudio sobre la evolución de las asociaciones humanas elaboró las primeras ideas sobre el federalismo y la soberanía popular. Hugo Grotius (1583-1645), exploró los cimientos legales de las relaciones entre los Estados, explorando al federalismo como modelo de acuerdo o pacto entre naciones. La declinación del absolutismo monárquico y la expansión del pensamiento republicano determinaron al federalismo como modelo de gobierno. Montesquieu (1689-1755) argumenta la clásica división de poderes en un Estado, y menciona que la república federativa: “es una convención dónde varios cuerpos políticos consienten en transformarse en ciudadanos de un Estado más grande. Es una sociedad de sociedades que construye una nueva, la cual, puede crecer gracias a la unión de nuevos asociados”.

A mediados del siglo  xviii, la experiencia histórica  más  importante del  federalismo  era la Confederación Suiza, integrada por cantones, el ejemplo más añejo de democracia y de modelo federal. Durante esa época el federalismo no estaba en la primera posición entre las alternativas; en la mayoría de los casos, las naciones europeas tenían un perfil relativamente integrado y no cabía la posibilidad de alianzas de tipo federal. El Estado unitario era el modelo dominante, como proyecto y como idea política. En la mayoría de las naciones europeas, sus condiciones históricas no eran propicias para una alternativa federalista.

En Norte de América las condiciones  políticas y sociales  fueron  consistentes con el modelo federal, cuyas sociedades evolucionaron ajenas a las monarquías. En norte América el sistema federal ya era una idea conocida, así como el concepto de separación de poderes como modelo ideal de Estado republicano. El federalismo como opción política para la formación del nuevo país fue más un producto impuesto por las circunstancias históricas que un deliberado proyecto. Lo anterior no impidió un desarrollo del sistema federal.

El federalismo moderno surgió con Estados  Unidos,  cuyo  sistema  de  gobierno  se  caracterizó  por  la  integración de un Estado nacional  determinado  y  limitado  en sus poderes por el pueblo soberano, quien es la fuente constitutiva tanto de los estados de la federación como del Estado nacional, todo quedó plasmado en un acuerdo formal constitucional que contemplaba la división de poderes. En este modelo, el Poder Legislativo es el dominante, integrado por dos cámaras, la primera representando a los estados (el Senado), y la segunda representando a la población (Cámara de Representantes). Con esta fórmula se integró el nuevo gobierno nacional y se preservó, a la vez, la autonomía de los gobiernos de los Estados.

Nueva etapa del poder político y de la soberanía

Las restricciones y el acotamiento del Estado federal, se instrumenta por partida doble: por la división de poderes, y por el poder  de  los  estados  federados. En un modelo federal, el acotamiento del gobierno nacional por los estados es una forma adicional de equilibrio del poder político; es un instrumento más para la distribución del poder. Dentro de este diseño gubernamental hay una profunda desconfianza en la concentración del poder político, debido a su potencial amenaza  a la libertad de los ciudadanos. El federalismo resulta, una forma de organización del poder político cuya misión es distribuirlo y evitar su concentración.

El federalismo redefinió del concepto de soberanía, el cual se trasladado como atributo de los ciudadanos, del pueblo quienes determinaban la organización del Estado y de sus poderes. Además, jurídicamente establece una relación de subordinación del Estado a los ciudadanos,  lo  cual  hace  evolucionar  a  la  propia  idea  de  democracia  y  a sus expresiones constitucionales.

Al radicar la soberanía en el pueblo, tanto en la forma que asuma el  Estado  como  en cada  uno de  sus  poderes,  éstos  adquieren  un contenido asignado, y por consecuencia, un contenido acotado; la redefinición de la soberanía no solamente permitió la viabilidad conceptual y política de federalismo,  sino  que  impactó  en  la  concepción del Estado moderno como Estado limitado  en sus poderes, abriendo por esta vía una nueva etapa en la historia del Estado y del poder político.

El federalismo añade al modelo republicano de separación de poderes una separación territorial de atribuciones y de autonomía determinadas, expresadas jurídicamente como soberanía. Los estados federados se denominan soberanos, en lo cual hay contradicciones y debates sobre el concepto de soberanía popular y sobre la soberanía estatal. La soberanía de los estados federados está limitada jurídicamente por una Constitución federal. Sin embargo, lo que reivindica el concepto de soberanía es, la ausencia de límites. Pero el arreglo federal implica, soberanías acotadas, por principio.

En este sentido es importante analizar el concepto jurídico de soberanía, como poder ilimitado, y el concepto  político  de soberanía, que contiene límites, para cualquier Estado. Estos límites se derivan de: la práctica efectiva de las  relaciones  entre las naciones, el derecho internacional, el derecho interno de cada nación  y el  interno  en cada  órgano  gubernamental federado. Independientemente de quién sea el sujeto de la soberanía el ejercicio  político  de ésta siempre está determinado. La soberanía nunca ha sido absoluta, como pretende su concepto jurídico.

Existen contenidos y procedimientos definidos, por los cuales la soberanía transita de su contenido jurídico a su ejercicio práctico, de naturaleza política; una vez en este último terreno, no existen las categorías absolutas. Los estados federados pueden  entonces  llamarse  soberanos  desde  la  perspectiva  del  concepto jurídico, pero este concepto no puede aplicarse tal cual como concepto político.

En resumen, los sistemas federales han destacado los siguientes principios:

a)  Principio de separación: una Constitución federal  contiene disposiciones precisas para realizar un reparto de competencias legislativas entre dos niveles de gobierno.

b)  Principio de  autonomía:  cada nivel de  gobierno es autónomo o, incluso, “soberano”, en su ámbito de competencia definido por el principio precedente.

c)  Principio de participación: las unidades federadas deben estar representadas  y participar  en  las  decisiones  federales.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 19-32.

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