Federalismo y Soberanía
El
federalismo puede definirse como una forma de organizar el poder
político y de estructurar al Estado, distinguible de otras formas como el
modelo del Estado unitario. El contraste entre uno y otro permite elaborar un marco
para definir a los sistemas federales. El federalismo contiene en su
organización política y administrativa por lo menos dos niveles u órdenes de
gobierno, cada cual con una distribución determinada de atribuciones y de
responsabilidades públicas, además de una independencia política recíproca; el
Estado unitario condensa el poder político en una sola organización
institucional.
El federalismo,
conserva una capacidad propia de reproducción política y atribuciones que
tienen una delimitación territorial. La forma común es la presencia de un
gobierno general (denominado nacional o federal) y de gobiernos de unidades
subnacionales (usualmente estados o repúblicas, además de los Länders en Alemania o los cantones
suizos), cada uno con determinadas capacidades políticas que en todo
momento evitan vínculos de subordinación o de dominación recíprocos.
El
federalismo se define así por una estructura dual de organización del poder de
un Estado, en donde lo fundamental es la naturaleza política de las relaciones
que se establecen entre cada una de las partes (niveles u órdenes de gobierno),
caracterizadas por su independencia, no subordinación y por la permanencia de la
soberanía. Su esencia es la estructura institucional dual y la autonomía
política que conservan las partes, la capacidad para decidirse a sí mismas:
“autogobierno más gobierno compartido”.
La
historia conceptual y social del federalismo se remonta a siglos. En
cuanto principio, como
estructura dual de
gobierno y acuerdo o alianza entre partes, su origen se visualiza en las
tribus hebreas, a ciudades de la Grecia antigua y a tribus
precolombinas del continente americano. Pero, estas experiencias suponen
un acotamiento del concepto, limitándolo a su contenido etimológico en cuanto
“alianza” (del latín foedus) entre entes políticos para crear una estructura
orgánica superior. Esas antiguas alianzas mantenían un principio de unidad
política que no implicaba la pérdida de autonomía para las partes integrantes
del acuerdo.
Detrás
del modelo federal de organización del Estado ha existido una necesidad
práctica de organización de las sociedades. El federalismo no es simplemente
una idea que una vez concebida se haya traducido en práctica. La necesidad
histórica del federalismo, no puede inventarse o decretarse para determinada
sociedad o para cualquier tiempo en la evolución del Estado; requiere de
determinadas condiciones sociales que lo hagan factible y necesario.
El
primer teórico del federalismo es Johannes Althaus (1557-1638), en su estudio sobre la evolución de las
asociaciones humanas elaboró las primeras ideas sobre el federalismo y la
soberanía popular. Hugo Grotius (1583-1645), exploró los cimientos legales de
las relaciones entre los Estados, explorando al federalismo como modelo de
acuerdo o pacto entre naciones. La declinación del absolutismo monárquico y la
expansión del pensamiento republicano determinaron al federalismo como modelo
de gobierno. Montesquieu (1689-1755) argumenta la clásica división de poderes
en un Estado, y menciona que la república federativa: “es una convención dónde varios
cuerpos políticos consienten en transformarse en ciudadanos de un Estado más
grande. Es una sociedad de sociedades que construye una nueva, la cual, puede
crecer gracias a la unión de nuevos asociados”.
A mediados
del siglo xviii, la experiencia
histórica más importante del federalismo
era la Confederación Suiza, integrada por cantones, el ejemplo más añejo
de democracia y de modelo federal. Durante esa época el federalismo no estaba
en la primera posición entre las alternativas; en la mayoría de los casos, las
naciones europeas tenían un perfil relativamente integrado y no cabía la
posibilidad de alianzas de tipo federal. El Estado unitario era el modelo
dominante, como proyecto y como idea política. En la mayoría de las naciones
europeas, sus condiciones históricas no eran propicias para una alternativa federalista.
En Norte
de América las condiciones políticas y
sociales fueron consistentes con el modelo federal, cuyas
sociedades evolucionaron ajenas a las monarquías. En norte América el sistema
federal ya era una idea conocida, así como el concepto de separación de poderes
como modelo ideal de Estado republicano. El federalismo como opción política
para la formación del nuevo país fue más un producto impuesto por las
circunstancias históricas que un deliberado proyecto. Lo anterior no impidió un
desarrollo del sistema federal.
El
federalismo moderno surgió con Estados
Unidos, cuyo sistema
de gobierno se
caracterizó por la
integración de un Estado nacional
determinado y limitado
en sus poderes por el pueblo soberano, quien es la fuente constitutiva
tanto de los estados de la federación como del Estado nacional, todo quedó
plasmado en un acuerdo formal constitucional que contemplaba la división de
poderes. En este modelo, el Poder Legislativo es el dominante, integrado por
dos cámaras, la primera representando a los estados (el Senado), y la segunda
representando a la población (Cámara de Representantes). Con esta fórmula se
integró el nuevo gobierno nacional y se preservó, a la vez, la autonomía de los
gobiernos de los Estados.
Nueva etapa del poder político y de la soberanía
Las restricciones
y el acotamiento del Estado federal, se instrumenta por partida doble: por la
división de poderes, y por el poder
de los estados
federados. En un modelo federal, el acotamiento del gobierno nacional
por los estados es una forma adicional de equilibrio del poder político; es un
instrumento más para la distribución del poder. Dentro de este diseño
gubernamental hay una profunda desconfianza en la concentración del poder
político, debido a su potencial amenaza a
la libertad de los ciudadanos. El federalismo resulta, una forma de
organización del poder político cuya misión es distribuirlo y evitar su
concentración.
El federalismo
redefinió del concepto de soberanía, el cual se trasladado como atributo de los
ciudadanos, del pueblo quienes determinaban la organización del Estado y de sus
poderes. Además, jurídicamente establece una relación de subordinación del
Estado a los ciudadanos, lo cual hace evolucionar
a la propia
idea de democracia
y a sus expresiones
constitucionales.
Al
radicar la soberanía en el pueblo, tanto en la forma que asuma el Estado
como en cada uno de
sus poderes, éstos
adquieren un contenido asignado, y
por consecuencia, un contenido acotado; la redefinición de la soberanía no
solamente permitió la viabilidad conceptual y política de federalismo, sino
que impactó en
la concepción del Estado moderno
como Estado limitado en sus poderes,
abriendo por esta vía una nueva etapa en la historia del Estado y del poder
político.
El
federalismo añade al modelo republicano de separación de poderes una separación
territorial de atribuciones y de autonomía determinadas, expresadas
jurídicamente como soberanía. Los estados federados se denominan soberanos, en lo
cual hay contradicciones y debates sobre el concepto de soberanía popular y
sobre la soberanía estatal. La soberanía de los estados federados está limitada
jurídicamente por una Constitución federal. Sin embargo, lo que reivindica el
concepto de soberanía es, la ausencia de límites. Pero el arreglo federal
implica, soberanías acotadas, por principio.
En este
sentido es importante analizar el concepto jurídico de soberanía, como poder
ilimitado, y el concepto político de soberanía, que contiene límites, para
cualquier Estado. Estos límites se derivan de: la práctica efectiva de las relaciones
entre las naciones, el derecho internacional, el derecho interno de cada
nación y el interno
en cada órgano gubernamental federado. Independientemente de
quién sea el sujeto de la soberanía el ejercicio político
de ésta siempre está determinado. La soberanía nunca ha sido absoluta,
como pretende su concepto jurídico.
Existen
contenidos y procedimientos definidos, por los cuales la soberanía transita de
su contenido jurídico a su ejercicio práctico, de naturaleza política; una vez
en este último terreno, no existen las categorías absolutas. Los estados
federados pueden entonces llamarse
soberanos desde la
perspectiva del concepto jurídico, pero este concepto no
puede aplicarse tal cual como concepto político.
En resumen,
los sistemas federales han destacado los siguientes principios:
a) Principio de separación: una Constitución
federal contiene disposiciones precisas
para realizar un reparto de competencias legislativas entre dos niveles de
gobierno.
b) Principio de
autonomía: cada nivel de gobierno es autónomo o, incluso, “soberano”,
en su ámbito de competencia definido por el principio precedente.
c) Principio de participación: las unidades
federadas deben estar representadas y
participar en las
decisiones federales.
Bibliografía
Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 19-32.
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