viernes, 26 de marzo de 2021

El Federalismo Imperfecto (Un Sistema que se autogobierno y se autoconstruye)

El Federalismo Imperfecto


El federalismo es un modelo, que puede ser concebido como un camino a seguir o  como  un  valor  humano  (ético  o  ideológico)  reconocido  útil  para el diseño y organización  del poder  político. Sin embargo, el federalismo es un proceso y, al mismo tiempo, una  necesidad histórica. El federalismo no es solo un modelo jurídico, aunque lo supone; no es un programa político, pero necesita de actores sociales; no solo son instituciones, pero las necesita para ser efectivo. La construcción del federalismo es un proceso social complejo, que implica  la sincronía y  el vínculo  de varios procesos  sociales, haciendo que su realidad sea imperfecta.

El federalismo, en cuanto concepto, tiene una larga trayectoria que lo ubica como valor político una vez en manos de actores sociales concretos, quienes lo han transformado en un proyecto político: durante parte del siglo  XIX,  y sobre todo en el XVIII, el federalismo fue también una utopía social, un programa político para la organización del poder y un modelo para la formación del Estado. El federalismo sigue vigente como modelo político y como forma concreta de organización de un amplio número de naciones del mundo.

La relación entre federalismo, democracia y gobiernos  locales  puede  desarrollarse, con conexiones positivas o “negativas”, el federalismo y su impulso al desarrollo de la ciudadanía tienen como efecto el fortalecimiento de los gobiernos locales, creando en éstos una fuerte inercia al autogobierno. Con esta inercia tiende a formarse en los gobiernos locales un actor institucional y político de gran relevancia, convirtiéndolo en un factor de tensión para los otros órdenes de gobierno.

Para las instituciones locales hay en el federalismo un impulso a su desarrollo y, una contención dada su posición subordinada. Entre los supuestos del modelo federal se encuentra su capacidad para administrar  las tensiones  de su  estructura, dándoles  una salida  que lejos de  anular multiplique  los recursos institucionales  mediante acuerdos intergubernamentales. La misión de estos acuerdos y de sus reglas es administrar esas tensiones, creando alternativas constructivas y no opresivas.

La parte más complicada para el federalismo no proviene de las tensiones entre sus conceptos esenciales, sino de la complejidad de variables que interfieren en su dinámica empírica, es decir, en cuanto federalismo “imperfecto”. En este caso, las relaciones positivas entre los conceptos se ven necesariamente matizadas o incluso subordinadas por otras variables, que en los hechos pueden alcanzar la capacidad para cuestionar al propio modelo.

Uno de los contenidos esenciales del federalismo radica en ser una estructura que organiza al Estado y al poder político, que garantiza el autogobierno de las partes federadas, así como  la capacidad de éstas para participar permanentemente en la integración de la voluntad general. Por lo que, si nos referimos a un sistema político que concentra el poder en un vértice nacional; que es autoritario y, además, las partes federadas no tiene la capacidad para integrarse efectivamente, ni  expresarse en el todo nacional, estamos ante un Estado que ha perdido su esencia federal.

El federalismo depende de que los sistemas políticos, sus reglas, instituciones y actores, sean la parte central del dinamismo y salud de un sistema federal, por lo cual sus elementos necesitan de una base mínima de compatibilidad con la naturaleza del Estado federal. Si esta base mínima no se cumple, la “imperfección” del federalismo puede llegar a convertirse en la negación misma de su esencia.

Otro aspecto de gran relevancia es la vigencia del Estado de derecho, que incluye el acotamiento jurídico de todas las formas de autoridad, y no solamente como un ejercicio nominal, sino como una práctica institucional plenamente establecida: sin Estado de derecho no hay pacto federal que tenga vigencia. Por otro lado, la débil presencia de una cultura ciudadana, incapaz de reconocer los valores políticos de pluralidad, diversidad, tolerancia y respeto a las minorías también juegan en detrimento de sistema.

La “imperfección” del federalismo se encuentra en el proceso mismo del Estado. En este marco, puede avanzar hacia la concentración del poder y a las funciones gubernamentales en las instituciones nacionales como dirigirse en sentido contrario, generando desfases y debilidades en las entidades federadas y en los gobiernos locales. En un sentido o en otro, la dinámica de los sistemas federales puede verse afectada, En el primer caso, anula  la  estructura  dual  de  organización  del  Estado;  en el segundo, el sistema pierde eficacia y coordinación.

A pesar de está profunda dualidad el federalismo sigue formando parte de nuestro mundo contemporáneo. Más aún, sus principios surgen progresivamente como alternativa para la regulación de las modernas relaciones internacionales entre los Estados nacionales e, incluso, para la formación de organismos supranacionales.

Su flexibilidad, permitida por su estructura, así como su dinámica, orientada por sus principios políticos, le han permitido sobrevivir a lo largo de varios siglos. En estos tiempos encontremos Estados federales que propagan un “federalismo renovado” o un “nuevo federalismo”, estos son síntomas de la vigencia del modelo y, a la vez, de su extraordinaria flexibilidad y capacidad de  adaptación,  que  seguirá  influyendo  con sus principios en la organización del poder, de los Estados y de las relaciones que entre ellos en el  marco de una sociedad global.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 79-85.

domingo, 21 de marzo de 2021

Gobiernos Locales, Ciudadanía y Federalismo

Los  Gobiernos  Locales  y  el  Federalismo


En el federalismo, los gobiernos locales no  forman parte del modelo, en el sentido de que política y jurídicamente no son reconocidos de manera directa, los gobiernos locales  son  para  las  entidades  federadas  lo  que  éstas  son  para  el  Estado federal. La subordinación de los gobiernos locales tienen dos particulares principales: el primero, es que no son actores reconocidos como parte integrante; y el segundo, es que el concepto de soberanía, es remitido al Estado, concebido como entidad suprema que trasciende a las formas locales del gobierno y de la política.

La conexión del federalismo con los gobiernos locales se remite a conceptos estatistas de la soberanía, a principios políticos y a la práctica intergubernamental, en la etapa de globalización.

Gobiernos locales, ciudadanía y federalismo

El federalismo  guarda una relación muy estrecha con la forma más democrática de la soberanía, al depositarla en el pueblo. El “pueblo” se refiere a los ciudadanos y a los atributos que éstos tienen en una democracia liberal, con el objetivo de acotar el poder de la autoridad. El federalismo y la ciudadanía, desde esta perspectiva, se encuentran por el intermedio de la soberanía popular. En el federalismo está implícito el reconocimiento de la ciudadanía, de la soberanía popular y  su capacidad de determinar al poder político.

El gobierno local, pueden entenderse como un derivado inmediato de la ciudadanía y de la democracia. La primera forma de organización de los asuntos públicos adquiere pleno sentido en un horizonte  ciudadano, cultural y jurídicamente  definido, haciendo del gobierno local un espacio propio. El desarrollo de la ciudadanía implica directamente un gobierno local desarrollado en cuanto instancia primaria del poder y de respuesta organizada a los asuntos públicos y, a la vez, como espacio básico de realización de los atributos ciudadanos.

Las capacidades ciudadanas requieren concretarse: en general, en el Estado; y en particular, en el gobierno local. La ciudadanía constituye al gobierno local, definiéndolo como su expresión inmediata en la esfera gubernamental. El gobierno local tiene como variables al autogobierno y la autonomía, las cuales establecen su conexión con el federalismo.

El gobierno local es una forma primaria del poder político, antes que una forma primaria de la ciudadanía. La conexión entre gobierno local y ciudadanía, se deriva del marco del Estado federal, donde el gobierno y las formas del poder político quedan subordinados a los atributos de la ciudadanía. El federalismo guarda consistencia con la ciudadanía del gobierno local, pero no con todas las etapas o formas que éste pueda asumir. El modelo federal define sus posibilidades con lo local y con otras formas de organización del poder desde la evolución de éstas.

La ciudadanía se presenta tanto en modelos de Estado unitario como de Estado federal, sin embargo, el autogobierno y  la “pertenencia”  ciudadana  del  gobierno  local, solo existe en el federalismo. El Estado unitario traslada el poder y la autoridad  hacia las entidades nacionales, que determinan las formas subnacionales y locales de  gobierno. El autogobierno y la pertenencia entre ciudadanos y gobierno local son matizadas por la estructura central. En el modelo federal hay una franja de mayor libertad para las entidades federadas y, también para los gobiernos locales.

El federalismo desarrolla a la ciudadanía y a la democracia, como efecto de su propia estructura, e impulsa a los gobiernos locales y al sentido de pertenencia de éstos (al autogobierno y la autonomía). En el Estado unitario, su dinámica institucional no implica el desarrollo de la ciudadanía, pero no sé excluye, que pueda convivir con la democracia. En el modelo unitario, las fuentes  de  la  democracia  y  de  la  ciudadanía  proceden de factores propiamente políticos, del poder y de sus actores.

Una vez ubicado en un contexto político ciudadano, el gobierno local puede adquirir un nivel mayor de descentralización y de autogobierno en un marco federal. El federalismo tiene mayores probabilidades de formas desarrolladas de autogobierno en sus entidades locales. Sin embargo, desde el marco  legal y  administrativo, el  sistema federal comparte con el modelo unitario la definición de facultades o poderes de los gobiernos locales por instancias externas.

A pesar de la mayor congruencia entre el federalismo y los gobiernos locales desarrollados, existe tensión entre el gobierno local y la definición de sus facultades. Una de las expresiones más evidentes sobre los límites externos del gobierno, radica en que sus posibilidades, a pesar de la amplia diversidad de tipos de gobierno local, todos están enmarcados por las atribuciones o dimensiones de los gobiernos federados a los cuales quedan subordinados.

Las formas del gobierno local, pueden clasificarse en dos grandes grupos: formato flexible y formato fijo. En el primer caso, la integración de un  gobierno  local obedece al cumplimiento de determinados objetivos de política pública, por lo cual su flexibilidad es tan amplia como sea necesario. El otro grupo corresponde a países en donde el gobierno local sólo puede adquirir una forma única. La flexibilidad orgánica del gobierno local, permite una evolución más acelerada del aparato y de la administración local y tiene mayor probabilidad de evolucionar en autogobierno.

Gobiernos locales y principios políticos del federalismo

La estructura dual y la naturaleza no concentrada del Estado federal es un parámetro que se extiende a las relaciones entre las entidades federadas y  las formas locales de gobierno que existen en su interior. La no concentración  permite una reivindicación (formal e  informal) de los intereses locales ante las autoridades nacionales o subnacionales, lo cual se refleja en una organización administrativa descentralizada. El principio de no concentración es congruente con el concepto de autogobierno, y ambos se influencian recíprocamente.

La estructura dual de los  poderes del  Estado federal  posibilita  que los  gobiernos locales tengan funciones tanto propias (jurídicamente establecidas), como delegadas o coordinadas (establecidas por acuerdo intergubernamental). La administración pública puede asumir un formato delegado, instrumentada por los gobiernos federados y por las entidades locales (como Alemania), o un formato compartido y redundante de coordinación intergubernamental (como Estados Unidos).

El federalismo es un sistema de relaciones que reconoce diferencias sociales o territoriales, y las integra en el marco de un todo mayor. El reconocimiento de la diferencia se extiende a todos los elementos del sistema federal y, reivindican los  intereses  de  los  gobiernos  y  de  las  sociedades locales, como parte  de las reglas y valores del pacto federal. El federalismo se articula con lo local precisamente cuando reivindica lo individual, la especificidad de las partes, la tolerancia a las minorías, el respeto a la diferencia y la negación de lo homogéneo.

Los gobiernos locales y la evolución del Estado

La evolución de los Estados nacionales han producido dos acontecimientos, que han influido en la evolución del Estado y en su relación con los gobiernos locales. El primero son las crisis económicas, que obligaron a  los gobiernos nacionales a intervenir directamente en actividades de regulación económica y de  protección de las condiciones básicas de calidad de vida a través de políticas sociales, lo cual implicó el desarrollo de una infraestructura administrativa en espacios que correspondían a los gobiernos locales.

El segundo tipo es la globalización económica contemporánea y la redefinición del  papel del Estado en las sociedades nacionales. El avance de la globalización, y la incapacidad de los Estados nacionales para regular los flujos financieros, comerciales y económicos en general, han hecho que las funciones de los gobiernos nacionales se acoten, impulsado programas de descentralización. En esta dinámica los gobiernos locales reivindican su papel en la esfera pública.

Los gobiernos locales adquieren un papel político revitalizado en consonancia con  la  crisis  estructural  de  competencias  y  poder  en  que  se encuentran los Estados nacionales en el nuevo sistema global. Los Estados nacionales son demasiado pequeños para controlar y dirigir los flujos globales de poder, riqueza y tecnología del nuevo sistema, y demasiado grandes para representar la pluralidad de intereses sociales e identidades culturales de la sociedad, perdiendo por tanto legitimidad a la vez como instituciones representativas y como organizaciones eficientes.

Tanto la dinámica centralizadora de las funciones públicas por los gobiernos nacionales, como las descentralizadoras derivadas de la globalización y de la consecuente  redefinición  de los Estados nacionales son procesos que trascienden a las formas unitarias o federales de los Estados. La estructura del federalismo al ser más flexible, su capacidad de adaptación es mayor, en la coyuntura contemporánea.

Otro elemento que contribuye al fortalecimiento de los gobiernos locales es la complejidad creciente de las políticas públicas. La complejidad de las políticas públicas es cada vez mas evidente en las destinadas a la regulación económica, las  políticas ambientales, las  sociales,  las  culturales, las de regulación de usos del suelo, las de comunicaciones, etc. En mayor o menor grado, la dispersión y movilidad territorial de sus determinantes obliga a que las iniciativas públicas deban ser implantadas desde instancias y principios no concentrados.

La coordinación intergubernamental, nacional, e incluso internacional, para la instrumentación de las políticas públicas se ha convertido en un recurso de uso cotidiano. Una vez que se ha definido  su  objetivo  territorial  (target),  la  especificidad  de  las  políticas sólo se obtiene mediante la intervención activa de los gobiernos locales. Con políticas públicas complejas, los gobiernos locales deben tener la capacidad de integrar las prioridades del desarrollo local y, adicionalmente, la capacidad de incorporar esas prioridades al acuerdo intergubernamental.

Debido  a  la  estructura  dual  del  sistema  y  al  principio  de  no concentración, los países federales mantienen, un equilibrio relativo entre las dimensiones de los aparatos de gobierno nacional, de las entidades federadas y de los locales. Las dimensiones de los aparatos de gobierno, dentro de un sistema federal, asienta sus  relaciones en la estructura dual del modelo. No solamente las dimensiones de los aparatos de gobierno son un indicador básico de un Estado federal,  sino  también  lo  es,  la  distribución  espacial  de  los recursos sociales de un país. A la no concentración del poder político, la distribución es más equilibrada regionalmente y las naciones federales, asumen estás variables.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 63-78.

martes, 16 de marzo de 2021

Federalismo, Democracia, Pluralidad e Igualdad

 Federalismo y Sistemas Electorales


El federalismo se relaciona de manera exclusiva con los principios democráticos. Los  conceptos  políticos que acompañan al modelo de Estado federal son, en conjunto, incompatibles con formas autoritarias, no plurales, centralizadas, concentradoras de poder y, con formas de gobierno ajenas al Estado de derecho. Entre  el  federalismo y la democracia existe una consistencia  de conceptos, que no obstante es insuficiente para impedir que determinadas sociedades federales incurran en abusos políticos.

La viabilidad de los Estados federales depende de que sus principios políticos sean cumplidos en términos reales y de que éstos se reflejen en los procesos de gobierno. La democracia cumple un papel decisivo al normar la distribución del poder político, incluyendo la conformación de las organizaciones políticas y las formas de representación. La democracia tiene un rol decisivo para un sistema federal al definir a los actores y, las bases políticas de la negociación intergubernamental que configuran al Estado nacional.

Las relaciones intergubernamentales, son determinadas por los sistemas políticos. Un sistema político puede anular al federalismo en la práctica de las relaciones intergubernamentales, o puede estimularlo y constituirse en su sustento concreto. La esencia del federalismo radica en una estructura dual de distribución del poder político y en las relaciones que establecen las partes constitutivas y la esencia de estas relaciones radica en los sistemas políticos, en la dinámica de sus actores y en la representación social.

El Estado y el poder no son definibles de una vez y para siempre, en un sistema federal, las condiciones de dinamismo estructural, deben consolidarse en dos vías esenciales de regulación: la democracia, como recurso que define las relaciones entre los ciudadanos y el poder político, y las formas  de  representación  y, los instrumentos de las relaciones intergubernamentales, como recurso que define las relaciones entre las entidades gubernamentales de una federación. A estas regulaciones se suma la separación  de  poderes,  tanto  en  la  esfera  nacional  como  en  los órganos federados.

La esencia del modelo radica en el sistema de relaciones, que asienta la estructura dual entre un Estado nacional y las entidades territoriales (o sociales) federadas. El sistema de relaciones es por y para la preservación de la estructura dual del federalismo: autogobierno más gobierno compartido. El sistema de relaciones está sustentado por dos ejes principales: las relaciones institucionales entre el gobierno nacional y los gobiernos federados y, las relaciones entre los actores y las estructuras políticas.

Los sistemas políticos de las naciones federales necesitan tener un perfil consistente con este modelo de Estado, asumiendo que de ello depende la preservación y expresión de la voluntad soberana de las partes federadas así como la posibilidad de que dicha voluntad se exprese en las relaciones interinstitucionales y que, de esta manera, participe en la integración de la voluntad colectiva del todo federal.

Sin democracia, la posibilidad de que las instituciones regionales expresen fielmente la voluntad de la sociedad  regional  es  casi  nula,  además  de  ilegítima.  La democracia es, por consiguiente: a) condición para la expresión soberana de la voluntad popular; b) base del autogobierno de las partes de una federación, y c) condición para que cada entidad pueda intervenir en la formación de la voluntad colectiva del todo federal.

El Estado federal es un sistema plural, con voluntades diversas y territorialmente distinguibles. Ésta es una condición esencial a la cual deben ajustarse las reglas de la política que definen a los actores que participan en ella, así como las formas  de  distribución  del  poder,  tanto  a  escala  regional  como  nacional, un sistema político en el federalismo debe ser capaz de preservar y de expresar la pluralidad y la diversidad de las voluntades que integran a la nación.

El sistema político no puede ser homogéneo, plano, sin particularidades regionales ni sociales; las reglas de la política deben seguir la estructura dual del modelo, haciéndose también plurales y diversas, capaces de integrar distintas formas de aplicar principios democráticos, y en sociedades contrastantes por su composición étnica, organización social o lenguaje.

El sistema político de una nación federal tiende, a ser un sistema nacional que coexiste junto con sistemas políticos definidos soberanamente por las partes federadas. Cada uno de los subsistemas debe tener capacidad de expresar las particularidades de cada sociedad regional, a través de actores políticos propios, adecuados a su perfil social. De otra manera, la formación de la voluntad de la sociedad regional no sería posible y, por consecuencia, su participación en el pacto federal tampoco sería efectiva.

El pluralismo partidista es una condición  necesaria  para  el  funcionamiento  de  una  democracia  federal.  Pero  para  realizar  sus  funciones,  los  partidos  deben  ser  capaces  de expresar las demandas de los intereses nacionales y locales y de participar en elecciones con posicionamientos distintos. Así, el equilibrio federal, la autonomía y la interdependencia son atributos de la organización de los partidos y de la independencia de los sistemas partidistas de las unidades federadas.

Puede definirse al federalismo como autogobierno más gobierno compartido, y el sistema político de un Estado federal debe cumplir con el principio de  democracia más democracias particulares; para ello la  voluntad  de  la  parte  federada  tiene que expresarse en la voluntad del todo nacional. Sin embargo, esto hace que exista una tensión de intereses entre la política nacional y la política regional. Si predominan los primeros por encima de los segundos, el modelo pierde su esencia; si predominan los segundos por encima de los primeros, el sistema carecería de sentido. Por ello, debe haber un equilibrio a través de procedimientos institucionales.

Los partidos políticos son una instancia que concreta y da forma cotidiana a las relaciones institucionales y políticas en un Estado federal; ocupan un rol especial en el conjunto del sistema y, encarnan la complejidad y delicadeza  de las  piezas  que articulan  al  todo federal.  Si los  partidos están centralizados,  las  relaciones  que  predominan son las procedentes del gobierno nacional, en demérito de la perspectiva de las entidades federadas. Si se orientan hacia formas muy locales, la articulación nacional de intereses sociales es la que pierde perspectiva.

El modelo federal  para  establecer  el frágil balance entre las partes y el todo, utiliza el principio de igualdad que se ve reflejado en las instituciones que representan a las partes federadas, utilizando un concepto “complejo” de mayoría con variables culturales, étnicas, lingüísticas o espaciales. El concepto de mayoría no se refiere simplemente a un número determinado de ciudadanos, sino a una determinada distribución  de  los  ciudadanos  que  reconoce  alguna variable social. De esta manera, una entidad federada con una población de un millón de habitantes puede tener la misma relevancia política que otra entidad  con dos millones.

Las instituciones políticas del federalismo, reconocen el principio de igualdad y durante el proceso de toma de decisiones involucran a las partes federadas cuando se requiere su aprobación para determinada decisión gubernamental. Estos mecanismos constituyen la salvaguarda de la soberanía  de  las  partes  federadas y,  en la  perspectiva  del  sistema político, una salvaguarda de los derechos de las minorías, lo cual es fundamental en las sociedades heterogéneas.

Los valores del federalismo son democracia, pluralidad e igualdad, y deben encontrarse encarnados en los sistemas políticos, en sus actores y en las relaciones que estos actores imprimen al mapa intergubernamental; de  la misma  manera,  el  concepto  de minoría,  junto  con  el de diversidad, tienden a concebirse y a aplicarse de una manera más valorada y  compleja. Sin embargo las relaciones entre conceptos no se traducen directamente en prácticas políticas, siempre cabe la posibilidad de que la ruta del poder siga otras reglas.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 51-61.

 

jueves, 11 de marzo de 2021

El FEDERALISMO y sus Partes Constitutivas

 El  Federalismo  y  sus  Conceptos  Políticos


En cuanto modelo de organización del poder político, el federalismo se sostiene en conceptos como la soberanía, la democracia, el poder político, el Estado, el Estado de derecho, la pluralidad y la igualdad. Con los cuales establece conexiones esenciales de relaciones políticas que son coherentes con el modelo. El federalismo, construye a su alrededor un cuadro de conceptos políticos que forman parte de su propia definición y que socialmente tienden a traducirse en valores de la cultura y valores políticos que se reivindican en la sociedad.

Federalismo y Soberanía

El concepto de soberanía está asociada con el federalismo y la democracia.  Cuando el pueblo es el soberano y asume su capacidad para determinar al Estado y las leyes, iniciando una relación entre el Estado y los individuos. La primera experiencia con las instituciones y el derecho ocurrió con el surgimiento de Estados Unidos, a partir de entonces, la sociedad, los ciudadanos o el pueblo, fueron quienes determinaban al Estado y a su organización.

La soberanía como atributo del pueblo es un concepto con esencia democrática, pues implica el derecho ciudadano (en cuanto sociedad  civil) a definir al Estado y a las leyes. Adicionalmente, el concepto tiene implícita la idea de secularización del Estado, al tener éste su origen en el pueblo. Sin embargo la democracia y la ciudadanía han podido convivir con conceptos y prácticas políticas que no expresan la radicalidad de la soberanía popular, como las monarquías Constitucionales.

Entre el federalismo y la democracia existe una fuerte conexión, tanto conceptual como práctica, especialmente por la soberanía popular. El federalismo implica a la democracia, aunque la democracia no implica necesariamente al federalismo.

El Federalismo y la Constitución Permanente del Estado

El federalismo tiene un concepto  del  Estado  que  supone  su  determinación  permanente. En un  sistema  de  relaciones  de organización y poderes específicos. Suponen un proceso constitutivo del Estado. Del pacto federal se crea un Estado nacional, el surgimiento de la nación, de su forma federal y del Estado nacional transcurren simultáneamente, finalmente el Estado es constituido mediante un pacto o acuerdo entre las partes federadas.

En países unitarios que transitan al federalismo, el efecto constitutivo del Estado es menos evidente pero igual existe. En estos casos, la evidencia más significativa son los cambios en las constituciones. El federalismos nacen  junto  con  las  naciones  o  de  naciones  que  transitan  al  federalismo, dando origen a un estado acotado, determinado y definido por un proceso y por actores que le son externos: un Estado con poderes delimitados y con mandatos expresos.

El federalismo es un sistema de relaciones  que  configuran  de  manera  permanente  su  estructura  dual, entre las partes federadas y el Estado nacional. Debido a esta condición dual del sistema, el Estado nacional nunca puede distanciarse o separarse de las entidades federativas, sean éstas repúblicas,  Länders, comunas, cantones o estados. Es condición esencial del modelo federal que la voluntad de las partes se refleje en la integración de la voluntad general nacional,  de manera permanente.

En todo sistema federal coexiste una tensión de variable intensidad entre el gobierno nacional y los gobiernos federados, que a su vez refleja una tensión en la distribución del poder político. Esta relativa inestabilidad es inevitable en el federalismo y sus soluciones prácticas han conducido a escenarios que se reflejan en dinámicas de centralización y de descentralización en la administración pública, o en permanente coordinación, negociación o conflicto entre poderes nacionales y regionales.

La inestabilidad no significa crisis, sino variables de interacción legítimas que asumen los canales formales del modelo. Dentro del federalismo  existe  una  instrumentación  formal que regula las relaciones y sus formas, estableciendo límites, lo cual le impide al modelo sucumbir. Hay varios instrumentos que administran  la  inestabilidad del  sistema:  el  principal  es  la integración de los poderes nacionales, que permite a las partes federadas una posición permanente de representación en los órganos nacionales.

Otros recursos son las reformas a la Constitución general, que suponen la aprobación de las entidades federadas, así como determinadas políticas como reformas fiscales. Finalmente, los recursos de coordinación intergubernamental, reflejan los equilibrios entre las dinámicas nacionales y los requerimientos específicos de las partes federadas.

Federalismo y Estado de derecho

La conformación de un sistema federal implica un proceso constitutivo del Estado, dónde la autoridad política se encuentra, sujeta  a  los  entornos  del  derecho  establecido por las partes federadas o por su representación legítima. La consecuencia  para  el  nuevo  Estado  es  que  el poder  no  emane  de sí  mismo, sino del pacto federal. La autoridad política no puede ser otra más que aquélla definida por el derecho. A su vez, el derecho no puede ser otro más que aquél definido por el pacto federal.

El federalismo impone un contenido restringido al Estado, de comprender  y ejercer el poder político, también de respetar y permitir el desarrollo de las libertades individuales y ciudadanas que, a su vez, también son delimitadas por el derecho.

El Estado federal, está delimitado por los siguientes entornos: el derecho, como base esencial  y  primaria;  la  división  de  poderes,  como  instrumento  de  autorregulación del poder y, finalmente, los órganos políticos territoriales (los estados, cantones,  Länders, repúblicas), que a su vez participan en la distribución del poder en un plano paralelo al Estado nacional. Todo reflejado en una Constitución Política, la cual están obligados a obedecer los componentes del sistema federal y todas las formas del poder reconocidas por éste.

El modelo federal tiene que ser definido por un marco jurídico, lo cual no significa abundancia  de leyes y detallamiento  normativo. El marco legal de un país federal puede ser simplificado, pero no puede carecer de plenitud en la regulación del poder. El derecho es condición para la formación del propio  Estado federal,  de sus poderes,  de las partes  integrantes del sistema, de su funcionamiento y de sus relaciones.

No puede existir un sistema federal sin un derecho convenido y sin la vigencia de éste como instrumento regulador. Si el derecho dejara de tener vigencia como instrumento de regulación, el mismo “pacto” federal perdería validez; las relaciones entre las partes dejarían de ser reguladas por el derecho y podrían pasar a un escenario dominado por la lógica de poder político.

En toda estructura política las relaciones entre las partes tienen el potencial de derivar en prácticas de subordinación, lo cual sería contrario al principio federalista; la efectividad  del  Estado  de derecho  es una  de las condiciones imprescindibles de todo sistema federal. Se encuentra en su origen, en su estructura y en su dinámica. Por este motivo, entre el federalismo, el poder político y el Estado de derecho existe una relación necesaria, que impulsa la constitución de un Estado dinámico y regulado.

Federalismo y pluralidad, libertad e igualdad

A partir de su misma composición, el federalismo renuncia a la homogeneidad como principio: sin negar el principio de unidad, se  reconoce  el derecho a  la  diversidad,  al  reconocimiento y al  respeto  del  otro. Cada una de las partes federadas reivindica alguna especificidad que la hace ser ella misma y que la distingue de las otras partes o del todo nacional. La pluralidad como principio político es, inherente  del  sistema  y  del  contenido  del  derecho federal.

Las partes constitutivas de una nación federal al momento de pactar lo están haciendo en ejercicio de su libertad y como expresión de su voluntad soberana. La libertad como la capacidad de autodeterminación y voluntad, en el federalismo es la soberanía. Sin libertad no puede existir contrato alguno ni soberanía. Las partes necesitan reconocimiento recíproco y capacidad para decidir libremente. No sé puede anular la libertad,  pues  se  rompería la condición de pacto-contrato; la soberanía es condición del sistema, y vincula al federalismo con la libertad.

La libertad, la soberanía y el pacto federal contienen un concepto paralelo, a este sistema de gobierno: la igualdad. Una de las condiciones del contrato federal, vinculada con la libertad soberana, consiste en el  reconocimiento recíproco  entre las partes. Una capacidad de interlocución igualitaria, ubica a las partes federadas en un mismo plano, con independencia de sus características intrínsecas. En este sentido, la extensión territorial, la lengua, la etnicidad, las dimensiones poblacionales, la cultura, entre otras variables, por sí mismas no forman parte de los criterios del pacto federal, pero tampoco las ignora.

La paradoja se resuelve en el federalismo, al establecer el principio de igualdad junto con el derecho a  la diversidad. Uno de los valores esenciales del pacto  federal es la  igualdad en la heterogeneidad;  de  otro modo, no habría contrato posible. El pacto federal establece, condiciones de igualdad entre las partes, que permiten su encuentro federativo. Si  existiese un reconocimiento jurídico de las desigualdades el resultado sería el establecimiento de una relación de dominación, e inequidades en la distribución y ejercicio del poder político.

Una de las virtudes del sistema federal es su capacidad de reconocer e integrar en un todo mayor las diferencias existentes entre las partes. Es un sistema que permite la administración política y gubernamental de las diferencias. Una vez asumida la igualdad jurídica como un principio esencial del sistema, ésta se expresa en dos facetas: como reconocimiento recíproco de y por cada uno de los miembros del sistema; y como la capacidad de interlocución de cada una de las entidades.

La igualdad jurídica necesita, traducirse en reconocimiento y participación. No pueden existir partes ignoradas en el funcionamiento del sistema, ni partes excluidas de su proceso institucional. La igualdad jurídica es uno de los valores esenciales del sistema que permite respetar la individualidad (libertad, soberanía, diferencias geográficas, religiosas o etnolingüísticas) de cada una de sus entidades integrantes. La igualdad respeta las diferencias y se contrapone al surgimiento de relaciones de dominación que pretendan aprovecharlas.

El sistema federal se relaciona con la democracia y la soberanía, al hacerla residir  en  el  pueblo; Establece, un plano de igualdad jurídica entre los órganos de gobierno y los ciudadanos, donde a ambos los determina el derecho; establece la capacidad  política  ciudadana,  al  determinar  los  ciudadanos  al  Estado  y  a sus órganos. Organiza al poder político y, separa a los poderes del Estado. La Constitución y el derecho adquieren una capacidad total de regulación de la autoridad y los conceptos de pluralidad, igualdad y libertad son parte de la integración y funcionamiento.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 33-50.

sábado, 6 de marzo de 2021

El Federalismo y sus Elementos

Federalismo y Soberanía


El federalismo puede definirse como una forma de organizar el  poder  político y de estructurar al Estado, distinguible de otras formas como el modelo del Estado unitario. El contraste entre uno y otro permite elaborar un marco para definir a los sistemas federales. El federalismo contiene en su organización política y administrativa por lo menos dos niveles u órdenes de gobierno, cada cual con una distribución determinada de atribuciones y de responsabilidades públicas, además de una independencia política recíproca; el Estado unitario condensa el poder político en una sola organización institucional.

El federalismo, conserva una capacidad propia de reproducción política y atribuciones que tienen una delimitación territorial. La forma común es la presencia de un gobierno general (denominado nacional o federal) y de gobiernos de unidades subnacionales (usualmente estados o repúblicas, además de los Länders  en Alemania o los  cantones  suizos), cada uno con determinadas capacidades políticas que en todo momento evitan vínculos de subordinación o de dominación recíprocos.

El federalismo se define así por una estructura dual de organización del poder de un Estado, en donde lo fundamental es la naturaleza política de las relaciones que se establecen entre cada una de las partes (niveles u órdenes de gobierno), caracterizadas por su independencia, no subordinación y por la permanencia de la soberanía. Su esencia es la estructura institucional dual y la autonomía política que conservan las partes, la capacidad para decidirse a sí mismas: “autogobierno más gobierno compartido”.

La historia conceptual y social del federalismo se remonta a siglos. En cuanto  principio,  como  estructura  dual  de  gobierno y acuerdo o alianza entre partes, su origen se visualiza en las tribus hebreas, a ciudades de la Grecia antigua  y a tribus  precolombinas del continente americano. Pero, estas experiencias suponen un acotamiento del concepto, limitándolo a su contenido etimológico en cuanto “alianza” (del latín foedus) entre entes políticos para crear una estructura orgánica superior. Esas antiguas alianzas mantenían un principio de unidad política que no implicaba la pérdida de autonomía para las partes integrantes del acuerdo.

Detrás del modelo federal de organización del Estado ha existido una necesidad práctica de organización de las sociedades. El federalismo no es simplemente una idea que una vez concebida se haya traducido en práctica. La necesidad histórica del federalismo, no puede inventarse o decretarse para determinada sociedad o para cualquier tiempo en la evolución del Estado; requiere de determinadas condiciones sociales que lo hagan factible y necesario.

El primer teórico del federalismo es Johannes Althaus (1557-1638), en su  estudio sobre la evolución de las asociaciones humanas elaboró las primeras ideas sobre el federalismo y la soberanía popular. Hugo Grotius (1583-1645), exploró los cimientos legales de las relaciones entre los Estados, explorando al federalismo como modelo de acuerdo o pacto entre naciones. La declinación del absolutismo monárquico y la expansión del pensamiento republicano determinaron al federalismo como modelo de gobierno. Montesquieu (1689-1755) argumenta la clásica división de poderes en un Estado, y menciona que la república federativa: “es una convención dónde varios cuerpos políticos consienten en transformarse en ciudadanos de un Estado más grande. Es una sociedad de sociedades que construye una nueva, la cual, puede crecer gracias a la unión de nuevos asociados”.

A mediados del siglo  xviii, la experiencia histórica  más  importante del  federalismo  era la Confederación Suiza, integrada por cantones, el ejemplo más añejo de democracia y de modelo federal. Durante esa época el federalismo no estaba en la primera posición entre las alternativas; en la mayoría de los casos, las naciones europeas tenían un perfil relativamente integrado y no cabía la posibilidad de alianzas de tipo federal. El Estado unitario era el modelo dominante, como proyecto y como idea política. En la mayoría de las naciones europeas, sus condiciones históricas no eran propicias para una alternativa federalista.

En Norte de América las condiciones  políticas y sociales  fueron  consistentes con el modelo federal, cuyas sociedades evolucionaron ajenas a las monarquías. En norte América el sistema federal ya era una idea conocida, así como el concepto de separación de poderes como modelo ideal de Estado republicano. El federalismo como opción política para la formación del nuevo país fue más un producto impuesto por las circunstancias históricas que un deliberado proyecto. Lo anterior no impidió un desarrollo del sistema federal.

El federalismo moderno surgió con Estados  Unidos,  cuyo  sistema  de  gobierno  se  caracterizó  por  la  integración de un Estado nacional  determinado  y  limitado  en sus poderes por el pueblo soberano, quien es la fuente constitutiva tanto de los estados de la federación como del Estado nacional, todo quedó plasmado en un acuerdo formal constitucional que contemplaba la división de poderes. En este modelo, el Poder Legislativo es el dominante, integrado por dos cámaras, la primera representando a los estados (el Senado), y la segunda representando a la población (Cámara de Representantes). Con esta fórmula se integró el nuevo gobierno nacional y se preservó, a la vez, la autonomía de los gobiernos de los Estados.

Nueva etapa del poder político y de la soberanía

Las restricciones y el acotamiento del Estado federal, se instrumenta por partida doble: por la división de poderes, y por el poder  de  los  estados  federados. En un modelo federal, el acotamiento del gobierno nacional por los estados es una forma adicional de equilibrio del poder político; es un instrumento más para la distribución del poder. Dentro de este diseño gubernamental hay una profunda desconfianza en la concentración del poder político, debido a su potencial amenaza  a la libertad de los ciudadanos. El federalismo resulta, una forma de organización del poder político cuya misión es distribuirlo y evitar su concentración.

El federalismo redefinió del concepto de soberanía, el cual se trasladado como atributo de los ciudadanos, del pueblo quienes determinaban la organización del Estado y de sus poderes. Además, jurídicamente establece una relación de subordinación del Estado a los ciudadanos,  lo  cual  hace  evolucionar  a  la  propia  idea  de  democracia  y  a sus expresiones constitucionales.

Al radicar la soberanía en el pueblo, tanto en la forma que asuma el  Estado  como  en cada  uno de  sus  poderes,  éstos  adquieren  un contenido asignado, y por consecuencia, un contenido acotado; la redefinición de la soberanía no solamente permitió la viabilidad conceptual y política de federalismo,  sino  que  impactó  en  la  concepción del Estado moderno como Estado limitado  en sus poderes, abriendo por esta vía una nueva etapa en la historia del Estado y del poder político.

El federalismo añade al modelo republicano de separación de poderes una separación territorial de atribuciones y de autonomía determinadas, expresadas jurídicamente como soberanía. Los estados federados se denominan soberanos, en lo cual hay contradicciones y debates sobre el concepto de soberanía popular y sobre la soberanía estatal. La soberanía de los estados federados está limitada jurídicamente por una Constitución federal. Sin embargo, lo que reivindica el concepto de soberanía es, la ausencia de límites. Pero el arreglo federal implica, soberanías acotadas, por principio.

En este sentido es importante analizar el concepto jurídico de soberanía, como poder ilimitado, y el concepto  político  de soberanía, que contiene límites, para cualquier Estado. Estos límites se derivan de: la práctica efectiva de las  relaciones  entre las naciones, el derecho internacional, el derecho interno de cada nación  y el  interno  en cada  órgano  gubernamental federado. Independientemente de quién sea el sujeto de la soberanía el ejercicio  político  de ésta siempre está determinado. La soberanía nunca ha sido absoluta, como pretende su concepto jurídico.

Existen contenidos y procedimientos definidos, por los cuales la soberanía transita de su contenido jurídico a su ejercicio práctico, de naturaleza política; una vez en este último terreno, no existen las categorías absolutas. Los estados federados pueden  entonces  llamarse  soberanos  desde  la  perspectiva  del  concepto jurídico, pero este concepto no puede aplicarse tal cual como concepto político.

En resumen, los sistemas federales han destacado los siguientes principios:

a)  Principio de separación: una Constitución federal  contiene disposiciones precisas para realizar un reparto de competencias legislativas entre dos niveles de gobierno.

b)  Principio de  autonomía:  cada nivel de  gobierno es autónomo o, incluso, “soberano”, en su ámbito de competencia definido por el principio precedente.

c)  Principio de participación: las unidades federadas deben estar representadas  y participar  en  las  decisiones  federales.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 19-32.

lunes, 1 de marzo de 2021

¿Que es el Federalismo? Y su relación con la democracia y los gobiernos locales.

 Federalismo, Democracia y Gobiernos Locales


Un Estado federal se encuentra en un proceso permanente de constitución dinámico por naturaleza, que supera el momento en que fue fundado por las partes federadas que lo integran. Ordenado bajo parámetros importantes como la libertad, la pluralidad, la integración democrática de las minorías, la igualdad jurídica y la autonomía regional. La  democracia también juega un rol importante tanto  a  nivel  regional  como  a  nivel nacional, retomando temas como los partidos políticos, la definición de mayorías complejas y la democracia por consenso.

El federalismo en los gobiernos locales es interesante con respecto al desarrollo de  la  ciudadanía  y  el  autogobierno  en  los  espacios  locales,  como consecuencia  de  la  propia  estructura  federal,  de  acuerdo  con  los principios de no concentración de los poderes del Estado y de delimitación de las funciones de gobierno.

El federalismo ha tenido dos fenómenos que lo han impactado en el siglo xx: las crisis económicas y la globalización económica. Ambas circunstancias, han provocado redefiniciones en las tareas de los Estados  nacionales  y,  por  ende,  han  generado  tensiones  de  diversos signos en sus relaciones con los gobiernos locales y el equilibrio entre todas las partes.

El federalismos tiene en su estructura una multiplicidad de variables que intervienen en la conformación de los sistemas políticos, que influyen directamente en los contenidos específicos de elementos tales como el Estado de derecho, el entramado institucional y  las  prácticas  de  los  actores  políticos, entre  las  que  destaca  la  cultura cívica y el ejercicio ciudadano de los valores de la democracia.

A pesar de todas estás variables, el federalismo es un sistema cuya flexibilidad inherente le permite adaptarse a las nuevas circunstancias que presenta la globalización y cuya tendencia a la democracia lo hacen un modelo de  organización  política  vigente.

La definición del federalismo, tanto como la de la democracia, han sido tareas complejas que por largo tiempo han ocupado a la ciencia política y a otras disciplinas  que analizan el poder político y su organización en los Estados. No existe una respuesta única para ambos conceptos y tampoco existe una salida única para explicar su relación, así como su conexión con los gobiernos locales.

El estudio de estos conceptos conlleva una variedad de contenidos destacados: desde lo cultural hasta lo financiero; desde lo político hasta lo institucional y administrativo. A tales perspectivas deben sumarse los marcos teóricos desde los cuales se analiza cada una de éstas, lo cual multiplica la diversidad de contenidos para el federalismo, para la democracia y para los gobiernos locales.

La diversidad conceptual y de formas concretas del federalismo, de la democracia y de los gobiernos locales, no impide que puedan encontrarse puntos básicos de confluencia, el  procedimiento  para  definir  ese  espacio  de  encuentro  entre  los conceptos inicia por la recuperación de una definición básica del federalismo.

El federalismo es reivindicado como una estructura y un proceso político, en la medida en que se trata de un modelo para determinar  al  Estado  y  para  regular  la  distribución  del  poder.  Precisamente, la  dimensión política del federalismo  es la que permite ir tendiendo los puentes de su relación con la democracia y con otros valores o principios políticos asociados directamente con ésta.

El federalismo puede pensarse como un eje que al girar nos acerca primero a la democracia y, después, va descubriendo su relación con los gobiernos locales. El federalismo se acerca más a los gobiernos locales en la medida en que ha impulsado la democracia; y menos como un derivado inmediato de su propia estructura. Existe una conexión estrecha del federalismo con los gobiernos locales, necesaria e inevitable.

El federalismo queda así concebido como un catalizador  del principio universal que relaciona a los ciudadanos con los gobiernos locales, en la medida en que  implica a la democracia y a sus valores políticos, los cuales, a su vez, sí pueden argumentarse como una consecuencia directa de su propia dinámica. Dicho en otros términos, la esencia democrática del federalismo es la que impulsa su principal encuentro con los gobiernos locales.

Las relaciones entre estos conceptos pueden tener una secuencia en espiral entre el federalismo, la democracia y los gobiernos locales, influyéndose recíproca y positivamente. En el terreno de la práctica social no existen los caminos únicos ni los  destinos predeterminados. Los países federales no son el federalismo, de la misma manera  que  la  democracia  no  es  idéntica  a  los  sistemas  políticos,  ni  los gobiernos locales equivalen directamente al autogobierno ciudadano.

El mundo de lo real es siempre más complejo; los conceptos solamente tienen la capacidad para establecer una o algunas conexiones entre sí,  por  lo  que  el  cuadro  de  lo  real  queda  inevitablemente  incompleto. No obstante su limitación, las líneas abiertas por los conceptos tienen la aspiración de configurar el entorno esencial del objeto, y constituyen su boceto o estructura principal entre las relaciones que existen entre el federalismo, la democracia y los gobiernos locales.

Bibliografía

Tonatiuh Guillén López, "Federalismo, Gobiernos Locales y Democracia", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 17, INE, México, 2016. Pág 9-17.