Libertad de Pensamiento y Expresión
Filosofía Política |
Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es el mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entretenimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía del de algún otro. Supere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal el lema de la ilustración. Emmanuel Kant.
La libertad de pensamiento es uno de los fundamentos del pluralismo político y una de las piezas fundamentales para la transición del hombre en la generación de una visión plena de su concepción totalitaria de libertades. Sin embargo, no se trata de algo tan obvio, como que el pensar es siempre libre, o que solo se puede ser censurado en su totalidad por uno mismo, aparte de estas particularidades tambien debe de entenderse como extensión del pensamiento dentro de un acto público.
De nada sirve, políticamente, que uno en su intimidad sea totalmente libre de conducir sus pensamientos por las sendas más tortuosas y sobresalientes y nunca ser capaz de exteriorizaros. Por esta simple característica la libertad de pensamiento nos lleva a percibirla dentro del rubro de la libertad de expresión, libertad de discusión pública, libertad de crítica y libertad de asociación, entre muchas otras expresiones de la libertad.
La libertad de pensamiento debe de contener varias características en su formación concreta, entre sus principales fundamentos tenemos a la razón y la reflexión, que posteriormente tienen que verse mezcladas y asociadas con la esencia de lo publico, aunque su génesis sea el mundo privado, la intencionalidad de esta engendración debe verse expandida en una movilidad constante y sobretodo compartida y socializada, para llegar a convertirse y divulgarse como expresión colectiva.
La libertad de pensamiento solo adquiere su forma completa al encararse con lo público, al enfrentarse y medirse con el conjunto de expresiones que componen un espacio público de discusión. Es esta pluralidad de ideas y representaciones las que están presentes en todos los colectivos humanos, en tanto que consigue una expresión pública adquiere una naturaleza plenamente política, que es un parteaguas para la consagración de la razón y el análisis multitudinario, el despertar de la mente y el inicio a cuestionamientos que nos permitan hilar preguntas que desencadene la curiosidad del hombre en los distintos campos que abre el pensamiento.
Así, el pensamiento es libre y casi en cualquier circunstancia se trata de encontrar la manera de expresarse y contrastarse, de hecho, la libertad de pensar se estimula en la clandestinidad se trata de anteponer una situación más conciente ante estándares que doblegan este tipo de libertades. Pero tratándose de algo público, este entorno de seguridad se vuelve complicado para los actores sociales. En este sentido, el orden político debería actuar como garantía del pensamiento. Pero la politización de la pluralidad del mundo social exige condiciones de seguridad pública para quienes están dispuestos a expresar libremente sus ideas sin recaer o tropezar con intermediarios en contra que obstruyan la construcción del acto de la “ilustración” como lo menciono Kant.
Cuando la idea de la libertad de pensamiento se vale como expresión de la pluralidad, es difícil discriminar siquiera estéticamente las representaciones, ya que la bandera y la esencia de la libertad conduce directamente al pluralismo a la libre asociación de ideas y de pensamientos. El pluralismo, como ideología popular y teoría de la diversidad justifica la bondad de reconocer como un valor todo lo que emerge del mundo privado. De este modo esta pluralidad no sólo tiene derecho a existir, sino también a expresarse y mostrar sus aspiraciones sociales, entrar en la pugna política y hacerlo sin peligro de ser eliminada gracias al libre albedrío. De esta manera la libertad y el orden parecen, esenciales para el desarrollo público de la pluralidad de la libertad.
Libertad, publicidad y orden son tres mecanismos de gran impacto que se complementan e interactúan entre ellos, siendo características que se tratan de implementar en las democracias liberales contemporáneas. Esta combinación de elementos es una mezcla muy controvertida que no era aceptada a finales del siglo XVIII, en que la libertad de los pueblos suponía violencia y riesgo para el orden político y dentro de cualquier parámetro de orden social.
En aquel momento, la defensa de la libertad de pensamiento y su expresión pública planteaba un necesario esfuerzo intelectual en una discusión fuertemente politizada que se extendía incluso sobre la vigencia de los principios ilustrados, pues dentro de este contexto el movimiento del romanticismo comenzaba a desarrollar la primera crítica a la modernidad, alegando en ocasiones un cierto relativismo cultural basado en la tradición impuesta sobretodo por la imagen ya muy gastada de la religión y al iglesia, que atacaba directamente a la libertad de pensamiento individual y por consiguiente a todas las demás libertades que derivan de esta.
Immanuel Kant y la Libertad de pensamiento
No se puede entender la filosofía política de la Ilustración sin la defensa de la libertad de pensamiento y de expresión ya que sostiene un vínculo de gran repercusión que sustenta a ambos en un equilibrio de estabilidad. Esto no es, una defensa directa del pluralismo político, pero sí un elemento esencial al mismo a partir del desarrollo de las democracias liberales.D
Detrás de la libertad de pensamiento está la idea de autonomía y la dignidad del individuo, la confianza en el sujeto pensante que puede dirigirse a sí mismo y que posee madurez política, es decir, un constante razonamiento en la capacidad de ejercer esa autonomía y responsabilidad en el ámbito público.
Este movimiento de confianza en el sujeto pensante se inicia en el proceso de la duda metódica que Descartes expresó y analizó, cuando el sujeto es capaz de restablecer un orden ontológico que él mismo se había cuestionado. Así que la autonomía del sujeto pensante tiene además un claro antecedente religioso en la doctrina, un aspecto que ya Lutero había cuestionado en su tiempo, proyectada sobre el racionalismo para dar lugar al idealismo.
Por su parte, Kant culmina este movimiento dentro de la Ilustración, en una apuesta por la capacidad del individuo y de las sociedades de progresar en el camino del desarrollo político y cultural sobre la base del instrumento universal de la racionalidad lo que le hace despertar y al mismo tiempo desprenderse de la vida rutinaria dentro de los parámetros ya establecidos en la mente colectiva.
En ese camino: “Es más fácil que el público se ilustre por sí mismo y hasta, si se le deja en libertad, casi inevitable. Porque siempre se encontrarán algunos que piensen por propia cuenta”, esto es lo que afirma Kant al comienzo de su ensayo ¿Qué es la ilustración? En este sentido, Kant distingue entre el uso privado o doméstico y el uso público de la razón. Esta distinción es sobresaliente e importante en su análisis, porque coloca a la razón práctica en un plano público destinado a interferir libremente en la organización de la vida social, mientras que en el plano privado la razón se somete a las circunstancias de la vida doméstica o económica.
De esta forma, el uso privado de la razón consiste en obedecer aquello que se ordena con el propósito de sostener el orden en una comunidad y mantenerla en funcionamiento. Por consecuencia el operario obedece a su superior, sin ponerse a razonar con él, la conveniencia de sus órdenes. Se trata de un uso técnico o instrumental de la razón dentro de un itinerario “represivo”, mientras que el uso público es aquél por el cual el sujeto, fuera de sus obligaciones domésticas, ejerce la crítica racional sobre aquello que considera negativo de su entorno, y la expone públicamente con la intención de mostrar el error y ayudar a corregirlo a través de un debate público de opciones, con el convencimiento de que tal cosa converge con las de un deber ciudadano. Kant nos dice que: Quien hace un uso público de su razón, “disfruta de una libertad ilimitada para servirse de su propia razón y hablar en nombre propio.”
Este es un claro ejemplo del optimismo kantiano que lo orienta a postular que la voluntad de pensar por sí misma, sin tutela de intervención que la propia razón, se impondrá tarde o temprano sobre todos los géneros de imposición de ideas y prejuicios, sin importar lo mucho que las élites intelectuales y dominantes se una para impedirlo. Logrando de esta manera la imposición de la libertad de pensamiento que mas tarde se vera reflejado en una multitud de libertades que se despliegan de esta. Esto iría dirigido en contra la naturaleza de un pueblo que se condene a sí mismo y renuncie a la libertad, propia y también la de sus descendientes.
Los muertos no deben hipotecar a los vivos, condenándoles a llevar encima y a todas partes los huesos de sus antepasados. Un pueblo que en virtud de sus prejuicios considera conveniente seguir en ellos, se paraliza respecto de la marcha del progreso del hombre un progreso que se bloquea en todos los ámbitos a raíz de la libertad del pensamiento racional, tanto más si el inmovilismo es auspiciado por los clérigos que arrastra esta racionalidad a una figura e ideales divinos. Y de la misma manera Tampoco actúa bien el gobernante que obliga a su pueblo a permanecer en ese estado de no-ilustración en un acto por mantener el orden.
De esta forma, se abren aquí dos brechas de discusión: el de la libertad de pensamiento religioso, y el del papel del poder político respecto de la libertad de pensamiento. A esto Kant reconoce que el potencial latente en la libertad de pensamiento va a desarrollarse de arriba abajo, pues, son los gobernantes los que en mejores condiciones están para pensar por sí mismos. Para Kant, es razonable otorgarle al despotismo ilustrado la tutela del desarrollo de la ilustración entre las masas, esta concesión se basa principalmente en la desconfianza hacia las masas de finales del XVIII, pues las masas son sospechosas de tender inevitablemente hacia el prejuicio en lugar de pensar por sí mismas.
Kant confía en el sujeto pensante individual, pero no tanto en las masas; lo colectivo no es el terreno idóneo para el razonamiento. La libertad en manos de muchos genera poder, y puede derivar en violencia y en desorden social, salvo que un poder político lo impida mediante la coacción. Sólo un orden político fuerte puede garantizar la libertad de expresión frente al poder paralizante del prejuicio dando una característica fundamental para el equilibrio de la libertad de pensamiento y de todas sus derivaciones. Al permitirse la libertad de pensar y expresarse, el pueblo puede seguir anclado en el prejuicio por desear imponer sus prejuicios a otros ciudadanos, incluso mediante la violencia. De esta manera esto se trata sin duda de una referencia a la libertad religiosa y a la fuerza de los prejuicios religiosos.
En esta tesitura, el orden político debe garantizar la libertad y “evitar que unos a otros se impidan con violencia buscar aquella salvación por el libre uso de todas sus potencias”.[1] Emmanuel Kant
El establecimiento de la libertad de pensamiento y expresión, aparecen como condiciónes indispensables para el crecimiento de la autonomía racional. Los que sean capaces de pensar por sí mismos en privado han de poder expresar en público sus ideas, aunque otros aspectos de su libertad se hallen limitados. Pero Kant no está en condiciones de apreciar las dificultades del pueblo para asumir la libertad de pensar como algo público. El peso del luteranismo en este aspecto va más allá de limitar el libre ejercicio de la razón al ámbito privado, puesto que llega a incapacitar para el ejercicio de la libertad de pensar y obrar en el espacio público.
El orden político no es el auténtico obstáculo para la ilustración, sino lo son el prejuicio y la incapacidad de pensar y expresar libremente el pensamiento. El ejemplo que Kant pone de la tutela política sobre la libertad de pensamiento y expresión dentro de un orden político, es el régimen despótico de Federico II de Prusia, que va más allá de la mera tolerancia religiosa.
Porque dispone que solo el orden garantizar que la libertad no caiga en la tentación de la violencia, y la libertad conduce a la ilustración que esta a su vez la aleja de la rudeza. Por eso, sólo quien “dispone de un numeroso y disciplinado ejército puede garantizar la libertad pública, puede decir lo que no diría en un Estado libre: ¡razonar todo lo que quieras y sobre lo que quieras, pero debes obedecer!”[2] Esto es lo que Kant sostiene sobre estas características de la libertad de pensamiento.
De esta forma, el espacio público es el único terreno para cuestionar el orden, pero el orden al mismo tiempo debe ser respetado, pues encierra la garantía de la libertad de pensamiento para todos. En cualquier caso, la protección y el uso de lo público tiene una justificación ética: todo aquello que pretende ocultarse, sea una intención del poder político, o sea una ocurrencia de una mente libre, es sospechoso de circular por el territorio de la inmoralidad. Pero mientras que aquello que sea justo y adecuado a la razón práctica podrá ser publicitado sin reserva alguna.
Por esta razón la máxima de la publicidad condiciona absolutamente la moralidad tanto del derecho político como del civil, tanto las intenciones del gobernante como las aspiraciones del ciudadano. Por eso las revoluciones, son contrarias a la ética, pues no permiten anticiparse como cláusulas del contrato social, que recaerían en lo público. Por el primado de la ética, la política es un saber formal en el que la experiencia tiene un papel predomínate, pero estas nunca deben condicionarse de las decisiones políticas tomadas bajo el imperativo categórico.
En cuanto al tema de la libertad religiosa, Kant lo aprovecha para distinguir claramente entre los usos privado y público de la razón en relación con la libertad de expresión de los clérigos. Kant entiende que un clérigo puede exponer libremente sus opciones sobre el credo que profesa, aunque a la vez se mantenga fiel a la obediencia de su orden, pues actúa en calidad de intermediario a la hora de exponer públicamente sus desacuerdos, siempre que no haya contradicción entre su conciencia como sujeto pensante y la profesión de su fe como clérigo.
Dentro de la concepción de Kant, el opta por combatir el prejuicio religioso desde dentro, esto es, fomentando la racionalidad crítica y el libre pensamiento entre los clérigos, los potenciales propagadores del prejuicio religioso y los que mayor ascendencia poseen sobre las masas no ilustradas en el camino de inculcarles un adecuado uso de la razón. De esta manera Kant llevado por cierto optimismo, parece no advertir que la libertad religiosa propaga prejuicios religiosos por todas partes.
Se entiende que la razón práctica kantiana carezca de límites, puesto que su uso público representa el más alto nivel de libertad que puede alcanzar el hombre, aunque el sujeto se encuentre encadenado a obediencias materiales, sociales, y clérigos. La libertad de pensar no puede ser acotada si en el sujeto persiste la voluntad de pensar por sí mismo. De ahí la necesidad de acotarla desde fuera, mediante una acción externa, capaz de forzar a los hombres a la sociabilidad hasta que sean capaces de desarrollarla desde dentro, sin necesidad de coacción y por consiguiente libre de prejuicios.
En enfoque racional del filósofo, ya en su posición marginal anclado en las ideas puras. Para Kant, el filósofo ha de ser un intelectual politizado, pero sin estar engullido por el poder. Así que la razón es una instancia interesada en lo político, no puede renunciar a formular cuestionamientos por más que estos sean arbitrarios y ajenos a la experiencia presente y de nuestros antepasados.
De esta forma, la libertad de pensamiento, como uso público de la razón práctica, no está sometida al control inmediato de la experiencia y puede ser todo lo metafísica que quiera y lanzarse al territorio de las utopías, con los riesgos que tal cosa comprende. Para Kant, en eso consiste el desarrollo histórico de la humanidad, sorteando los escollos de la naturaleza, de las circunstancias. Kant reclama que las circunstancias sociales sean también favorables al hombre, que haya libertad de pensamiento y expresión, y que las discusiones se diriman en público para hacer de esta libertad algo más profunda a un nivel social de la libertad.
La razón práctica no está obligada a discurrir en el cercado de la experiencia y de las circunstancias, sino que ha de poder proponer una multiplicidad de posibilidades más allá de lo dado, y ha de poder hacerlo en la forma de una discusión pública, donde la pugna entre las representaciones, a través de la historia, conducirá al establecimiento de una única representación. De esta manera la razón práctica, en Kant es libre, y determinante en la formulación de propuestas.
Una misma persona puede ejercer como funcionario y como ilustrado. En el primer oficio actúa con uso privado de la razón, en el segundo con libertad pública de su razón. La legalidad de la expresión viene dada por la obediencia y el juicio ilustrado. Mediante el uso privado de la razón que se hace en calidad al oficio propio. Así, el uso público de la razón, es un que hacer lícito para todo mundo, y es desempeñado por el ilustrador. Éste a su vez es alguien experto en su campo. Por esa razón es legítimo que lo haga. Si lo hiciera de otra manera iría contra la ley de su religión. Pero le corresponde, por su preparación, juzgar las razones y doctrinas. Si es que observa que esta falla, en donde también, todo experto, está capacitado para emitir juicios sobre sus especialidades. De ahí la importancia de la ilustración para todo hombre. “Para que piense por sí mismo”.
Dentro de estos parámetros es claro que un hombre debe obedecer y cumplir con su trabajo. Es claro que el mismo hombre, ilustrado, tiene libertad de expresar sus razones al público. Las razones pueden ser a favor o en contra de alguna situación o cuestión y tiene plena libertad de hacerlo. No las puede decir en la ejecución de la obra donde debe seguir unos parámetros. Las emite solamente en sus libros o cuando le pidan opinión o en otro ámbito. La legalidad de la expresión viene dada por la obediencia y el juicio ilustrado, que nos conlleva a la aparición y el desertar del hombre mediante otras libertades como, de la libertad de expresión, libertad de discusión pública, libertad de crítica y libertad de asociación que a su vez congregan otro tipo de libertades en la esfera publica del hombre.
Kant, se hace partidario de dar libertad a la razón práctica y dejar que ésta se exprese en el escenario público y ponga en tensión las fuerzas y los resortes de las circunstancias. La pluralidad es una proyección sobre el escenario del espacio público, resultado de la libre expresión del pensamiento como uso de la razón práctica. Así también el despliegue de la multiplicidad que da lugar a través de la razón práctica que está estrechamente ligado a la idea de progreso histórico, que sirve de jerarquizador de las ideas.
De la misma forma Kant concreta que también asume que la prudencia es una virtud necesaria en la acción política, pero siempre que se halle en armonía con la razón práctica y que la actividad política se supedite a los dictámenes limitadores del derecho público, que ha de complementarse con la razón. Así que la política no puede ceñirse a un planteamiento meramente técnico o prudencial, sino que ha de ser una actividad en la que intervenga la conciencia moral.
Kant, concibe que el progreso dirija la historia desde la pugna entre las diversas representaciones del mundo hasta el desarrollo de un modelo único universal, en la consolidación de una Verdad. Así que la diversidad en sí tiene un papel secundario, dado que el final de la historia, que Kant no determina del todo, desemboca en una representación única del mundo. En donde hay tradición, y es ésta la que vale como referencia epistemológica básica. No hay una tradición universal, cada pueblo cuenta con la suya. La racionalidad, que todos compartimos, es demasiado débil para considerarse en el plano epistemológico como lo común universal. No hay una única verdad, sino la posibilidad de verdades concretas relativas a determinadas.
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