lunes, 1 de febrero de 2021

La Importancia de la Ciudadanía

La Emergencia de la Ciudadanía y la Democracia


En  los países  desarrollados  la recuperación del concepto de ciudadanía es una reacción a la crisis del llamado estado de bienestar, que inicia en los años setenta del siglo XX y se extiende como una ola en el resto del mundo, trayendo como consecuencia una disminución en la extensión  de  los servicios  sociales,  y por  tanto  el  incumplimiento  de los derechos sociales universales hasta entonces vigentes. 

También responde a otras crisis, como la de integración moral y cultural que se interpreta como una pérdida de virtudes cívicas y de capital social, y a la crisis y reconstrucción de la democracia. La oleada democratizadora que Huntington llama la “tercera ola de la democracia”, puede ser leída desde la perspectiva de la redemocratización o de la transición a la democracia, pero también como la reconstitución de la ciudadanía.

Este proceso es una preocupación más propiamente latinoamericana, precisamente porque es el área donde el proceso de transición ha asumido una centralidad desde mediados de los años ochenta. Donde la construcción ciudadana ha sido un elemento central, constitutivo del proceso de democratización.

Otro elemento que nos permite entender es el colapso del socialismo, esto significó  para la izquierda una obligación de reconsiderar el discurso de la ciudadanía como parte de una alternativa radical a la democracia  minimalista y al neoliberalismo. Derrumbados los mitos del socialismo, y con ellos el principio de  fusión  entre  ciudadanos, Estado y economía, emergió la necesidad de reconsiderar a los derechos de los ciudadanos como un elemento central para pensar en una nueva forma de democracia y justicia.

También debemos considerar los efectos de la globalización, especialmente la migración masiva. Las migraciones se producen en el fin del siglo XX y en el principio del XXI dentro de una situación totalmente nueva. Experimentamos una migración económica que pasa a ocupar nuevos y viejos espacios laborales como parte de una nueva división nacional e internacional del trabajo. Esta  nueva  migración masiva  plantea retos enormes no considerados en el concepto de ciudadanía, tradicionalmente asociado con la nación y nacionalidad.

Ahora millones de personas que son legalmente ciudadanos de otros países pasan a vivir en terceros países, en los cuales no son ciudadanos y en los que, sin embargo, viven, trabajan y en algunos casos son beneficiarios de ciertos derechos sociales y civiles.  

Tan relevante como la migración es el debate sobre los derechos de ciudadanía de las minorías étnicas en los Estados-nación. Este debate se abre por el “multiculturalismo”, que  se  refiere  al  reconocimiento  de  la  diversidad  de  culturas étnicas que pueden convivir dentro de un Estado-nación. El concepto liberal de ciudadanía se funda en el individuo, y por tanto no tiene en su horizonte el problema de las identidades y los derechos colectivos.

Numerosas minorías étnicas, que preexistían a la formación de la nación, o que se constituyeron como consecuencia de procesos migratorios, enfrentan este problema, y por tanto obligan a reconsiderar los temas de la ciudadanía y de democracia bajo una nueva óptica. 

Por su parte, el movimiento feminista demostró que la idea de ciudadanía ha sido históricamente excluyente,  pues  las mujeres  carecieron  de  derechos  políticos,  y de otros tantos  derechos, hasta  hace muy  poco  tiempo, en otra forma el movimiento lésbico-gay ha dejado en claro que las leyes vigentes no reconocen su propia existencia y sus necesidades específicas. 

A su vez, los movimientos juveniles han planteado  en  diversos  países  el problema  de  la  exclusión  de  los  jóvenes de la vida público-política. Estos movimientos sociales han traído a la agenda pública  el hecho de que el tema de la ciudadanía ya no puede acotarse a los temas y sujetos clásicos, y que debe reconocer nuevas generaciones de derechos.

La exclusión no se refiere solamente a un proceso de privación legal. La exclusión también es un proceso cultural, denominado autoritarismo social. Este proceso ha sido analizado como un conjunto de orientaciones culturales que le niegan a categorías completas de la población dignidad y reconocimiento. Los “negros”, los “indios”, los “pobres”, las “mujeres”, los “homosexuales”, han sido culturalmente constituidos como categorías excluyentes, que no son reconocidas como iguales a los demás, y con frecuencia ni siquiera como partes de la comunidad.

Este autoritarismo social antecede y acompaña a la exclusión legal, y es aun más dañina y peligrosa que ésta, pues justifica culturalmente actos de denegación de justicia, y es por tanto antiético al concepto de ciudadanía. 

Otra de las dimensiones  de la globalización ha sido el creciente protagonismo de entidades internacionales y agencias multilaterales que, bajo el amparo de la Organización de las Naciones Unidas,  han constituido foros de discusión  de  los  que  han  emanado convenios, acuerdos y resoluciones, los cuales han sido ratificados por la mayoría de las naciones, que definen, protegen y promueven los derechos humanos y constituyen poco a poco un estándar  internacional  de derechos. Por ello, ahora más que nunca el tema de la ciudadanía es absolutamente relevante para nuestros tiempos. 

Bibliografía

Alberto J. Olvera, Ciudadanía y Democracia, cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 27, INE, México, 2016. Pág 19-24.

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