miércoles, 27 de enero de 2021

¿Cómo debe ser la Ciudadanía de una Democracia?

Ciudadanía y Democracia


La lucha por el reconocimiento de la ampliación de derechos de ciudadanía, en las sociedades con sistemas democráticos, orientan el debate conceptual sobre la ciudadanía y la democracia hacia un replanteamiento de la configuración de la ciudadanía, más allá del ámbito de la democracia electoral, que considere la construcción de una ciudadanía activa, responsable, que conoce sus derechos y los defiende. 

En la teoría democrática se deben considerar otras dimensiones en la construcción de ciudadanía porque ésta no se circunscribe al ejercicio de derechos políticos, sino que comprende los ámbitos social y civil. Una ciudadanía activa no sólo espera que el Estado por fin respete e implemente los derechos universales de ciudadanía, sino que lucha por ellos, coopera con el Estado, se enfrenta políticamente con él, hace valer sus argumentos en el espacio público y busca construir alianzas con la sociedad política en la promoción de un proyecto democrático-participativo.

La  ciudadanía  implica  la  conformación  de  espacios  públicos  para  el debate, la reflexión y la propuesta, de instituciones que den respuesta a los requerimientos de los ciudadanos de hoy, a las que dan forma y vida, no sólo como sujetos de derechos, sino que se apropian de esos derechos y los ejercen a la vez que asumen sus responsabilidades ante su comunidad. Sin la participación activa del individuo, el concepto de ciudadanía pierde su sentido original y permanece sólo como identidad.

Ciudadanía y democracia son dos conceptos centrales en el pensamiento político de nuestro tiempo. Se trata, en principio, de conceptos estrechamente vinculados. El concepto de ciudadanía es complejo, fundado en una serie de derechos establecidos históricamente, pactados socialmente y pautados legalmente. En el estudio de esta relación hay dos vias: de un lado, el abordaje teórico; de otro, el análisis de su expresión histórica.

La  ciudadanía  es  un  concepto  que,  después  de  décadas  de  olvido, en los años noventa del siglo XX adquirió centralidad en el debate público  internacional,  como  una  respuesta  a  los  grandes  cambios que experimentaba el orden político mundial como: la caída del socialismo real, el neoliberalismo y la globalización, la reducción de los derechos sociales y el aumento de la desigualdad, “la tercera ola de la democracia”, las  nuevas  migraciones  masivas etc.

Por estás circunstancias la  noción  de  ciudadanía permitía abordar los complejos temas derivados de los cambios globales desde dos perspectivas simultáneas: la construcción de identidades colectivas asociadas al sentido de pertenencia (a una nación, a una comunidad), y el contenido de la justicia (como otorgamiento y usufructo de derechos). Ambas dimensiones la ciudadanía apela a un sentido de igualdad, de superación de las diferencias de toda índole por la vía de los derechos. 

Pero  la evaluación, sobre qué tanta ciudadanía gozan los  habitantes de un determinado país es una cuestión en debate, que se presta a la interpretación y exige la investigación histórica como elemento central de definición. Lo mismo pasa con la democracia, que no es un concepto con un significado unívoco. Los dos elementos de esta ecuación: la ciudadanía y la democracia, están constituidos por conceptos que se prestan a distintas definiciones, cada una de las cuales tiene a su vez diferentes consecuencias políticas.

La ciudadanía y la democracia implican no sólo la existencia de derechos, sino  también de obligaciones, esto exige que las instituciones del Estado funcionen como componentes de un Estado de derecho, un Estado democrático y un Estado social. Hablar de ciudadanía implica situarnos dentro de una democracia amplia y fuerte, operativa y no solamente discursiva, y también exige en contrapartida hablar de  ciudadanos activos  y  no solamente pasivo.

Estos conceptos tienen en su composición diferentes  perspectivas  teóricas  que informan  el  debate  sobre  la ciudadanía, desde dos ángulos: el de la sociología política, que explica el origen y desarrollo de los derechos, y el de la filosofía política, que explica el significado y contenido de la ciudadanía. 

Por ello es preciso abordar el estudio de la construcción democrática desde una visión holística, es decir, integral, para poder entender la complejidad de los procesos que implica otorgar y ejercer los derechos de ciudadanía y crear las bases culturales, legales e institucionales de una democracia que trascienda el espacio y el tiempo electorales.

Bibliografía

Alberto J. Olvera, Ciudadanía y Democracia, cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 27, INE, México, 2016. Pág 9-16.

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