viernes, 12 de junio de 2020

PARTICIPACIÓN CIUDADANA y Organización Vecinal (Raul Olmedo)

Participación Ciudadana en México

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Organización Vecinal

“La cultura vecinal es la toma de conciencia de cómo la organización de los vecinos genera poder vecinal para poder hacer lo que ni las instituciones del Estado ni las del mercado pueden hacer.”[1]

Es una realidad, actualmente vivimos en una sociedad en donde distintos paradigmas como lo son los avances tecnológicos, los sistemas económicos, las dinámicas de producción y consumo, los esquemas competitivos del mercado y la interacción de los actores productores y consumidores de bienes y servicios necesarios y artificiales, han reorientado y reconfigurado un nuevo estilo de vida en las sociedades, estos cambios en nuestro entorno han dirigido y colocado la vida en sociedad como un fenómeno que contrario a la convivencia, la participación, la retroalimentación de ideas, y en general a todo tipo de organización ciudadana, sea cada vez más difícil de generarse, debido a que nuestro contexto actual tiende a alejar a los individuos en sociedad obstaculizando la interacción social que permita la creatividad humana en comunidad, impulsando nuevas alternativas y formas de vida más dinámicas.

La Participación Ciudadana y Organización Vecinal plantean un esquema que se articula como una posibilidad de realizar y consolidar organizaciones vecinales o municipales que posibiliten las herramientas de consolidación organizativa, que a su vez, transforme en primera instancia su realidad local y que con su consolidación puedan permear dentro de panoramas mas amplios y generales de las sociedades modernas. 

Las sociedades, en este caso la mexicana, tiene un duro reto de revertir la polarización general de la sociedad, a una dinámica principalmente municipal que acumule experiencias y genere alternativas dentro de un enfoque participativo de las comunidades mediante la organización de estándares que les permitan generar incentivos y nuevas dinámicas de interacción, que los doten de capacidades de actuación para mejorar sus entonos, ya que, sus entornos están generados por las dinámicas de las instituciones públicas (que en muchas ocasiones son contraproductivas) y las instituciones privadas (que actúan por lo general hacia su beneficio y no hacia el bienestar general).

Bajo estas características se encuentras nuestras sociedades actuales, las cuales en muchos casos viven y conviven con este sistema en un ciclo de tolerancia impulsiva que va de la mano con esta dinámica, debido a la inoperancia de afianzar algún tipo de organización que les permita reivindicar un esquema social orientado a estrategias que se ajusten a sus capacidades en busca de una nueva forma de actuar que les posibilite una mejor calidad de vida; en este sentido la posibilidad de impulsar una cultura que rompa los esquemas actuales que fracturan y alejan a las sociedades, deben de surgir desde los sectores más básicos y simples, se debe impulsar un enfoque que se construya con lazos de organización que sean fuertes y que tengan una comunicación muy estrecha y en donde toda la comunidad tenga presencia, en busca de consensos más aprovechables.

En México la presencia e incentivos de replantear este esquema aparecen muy escasamente, y el principal problema es que parece que la cultura ciudadana ahora está enfocada a otros ámbitos que van más de la mano con el aspecto individual, hoy en día las personas no creen en la comunidad y se piensa más en repeler y alejarse de esta dinámica, que en convivir e interinar entre ciudadanos.

Lo anterior es una de las principales razones por las cuales surgen principalmente estas asociaciones y organizaciones vecinales, el principal problema del gobierno mexicano es que está totalmente centralizado a áreas específicas dejando de lado a muchas comunidades, que debido a esta situación se ven totalmente inposibilitadas de generar  un diálogo directo con los gobiernos. 

Por lo tanto, la crisis del Estado recae en la inoperancia de los mecanismos de comunicación e integración por lo cual las demandas primordiales de sectores marginados, se ven concluidas bajo sus propios medios, con la intención de cubrir estas necesidades básicas que las instituciones gubernamentales son incapaces de proporcionar.

Es importante identificar que las organizaciones vecinales son representaciones de poder a un nivel mínimo o mejor entendidas a un nivel local, por lo que los efectos que estas puedan tener solo incuben a un número reducido de participantes, en este sentido para consolidar una organización municipal se requiere un esfuerzo que a su vez involucra a mas actores coordinados en un contexto no solo barrial o rural sino más amplio en torno al ámbito gubernamental y administrativo, “la organización de los vecinos se convierte en una necesidad para suplir la creciente incapacidad del gobierno en el suministro de los servicios públicos y de la seguridad en sus diferentes expresiones. Sin embargo el propio gobierno y sus tres poderes no han creado las condiciones para propiciar la organización vecinal en la medida en que la nación lo requiere”.[2]

La consolidación de estos esquemas de organización vecinal casi siempre surge como una reacción de inconformidad ante un Estado débil con instituciones ineficientes y con gobernadores que no logran cubrir las necesidades, teniendo un gobierno ineficiente e ineficaz, principalmente de las comunidades más marginadas o no urbanizadas como lo son las asociaciones de indígenas o de campesinos, pero lo importante de este esquema es que este surgimiento participativo tiene que involucrarse no solo entre la comunidad, sino también debe interactuar con las autoridades en la medida de las posibilidades y de los mecanismos e incentivos que se generen de acuerdo a sus intenciones y alcances propositivos que se proyecten en una posible organización municipal que posibilite una participación ciudadana más amplia, con más poder y con mejores perspectivas de alcance e impacto.

Ahora en la actualidad ya es más común aceptar que los gobiernos centrales de los países en desarrollo aun y con las mejores intenciones, y en condiciones de relativa estabilidad, no pueden proporcionar todos los servicios necesarios que demandan las sociedades. Las limitaciones financieras, la falta de recursos materiales y humanos, los medios de comunicación coaccionados e inadecuados, entre otras cosas, se opone a la expansión de brindar servicios de calidad. Se reconoce que para que el desarrollo humano sea algo viable, las familias, las comunidades, las organizaciones no gubernamentales, las empresas, el sector privado, y hasta las propias personas desfavorecidas, deben asumir un papel más activo contribuyendo a generar las posibilidades de formación y desarrollo social.

En el caso mexicano esta situación se acentúa muy visible, los esfuerzos por emprender un esquema tan propositivo como este aún están lejos, pero las acciones puestas en marcha ya han tenido algunos resultados positivos, lo que en algún momento pareciera una utopía ahora se convierte en una posibilidad prometedora entre los pueblos, barrios y comunidades más marginadas y con mayor afectación ante nuestro contexto de crecimiento exacerbado, con instituciones contraproductivas y de una dinámica del mercado enfocada en la producción y el consumo de bienes y servicios ficticios que poco a poco están acabando y afectando todos los recursos naturales.

Ahora más que nunca en México “necesitamos pasar de un municipio administrador a un municipio organizado de la sociedad y promotor del desarrollo integral, que sea capaz de desencadenar procesos de desarrollo endógeno, a partir de las propias fuerzas de la comunidad. Necesitamos con urgencia una revolución de la mentalidad que revalore las fuerzas propias de la sociedad mexicana, que amplié la conciencia del periodo histórico que nos ha tocado vivir y del papel que debemos desempeñar, y que genera la voluntad para hacer lo que tenemos que hacer.”[3]    

Bibliografía

[1] Olmedo, Raúl. Participación Ciudadana y Organización Vecinal. México. Edit. UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2007. Pág. 13

[2] Olmedo, Raúl. Op. Cit.  Pág. 26

[3] Ibídem. Pág. 222


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