Democracia Directa y Democracia Representativa
La
evolución de las formas de participación política dio lugar a concepciones
distintas de la ciudadanía y de las formas ideales de expresión de la soberanía
popular. Entre los primeros teóricos modernos de la democracia se podía
distinguir a los que abogaban en favor de la eliminación de estructuras de
intermediación entre pueblo y responsables políticos, de los que defendían los
méritos de la delegación de poder a las autoridades competentes.
En
nuestros días las instituciones representativas dominan la vida política en
las sociedades democráticas, pero subsiste
una división en la teoría política, en un extremo, encontramos a los defensores
de la democracia radical y, en el otro, a los abogados de la poliarquía. Ambas
concepciones de la democracia, tienen argumentos sobre la implantación de mecanismos
de la democracia directa.
La
definición etimológica de la democracia es “el gobierno o el poder del pueblo”.
Sin embargo, en términos concretos, la palabra “pueblo” expresa realidades muy
diversas. Sartori identifica seis
referentes distintos de la palabra en el lenguaje político: todo el
mundo; gran número de individuos; clase baja; totalidad orgánica; mayoría
absoluta; mayoría limitada. Cada uno de ellos implica una definición distinta
de la democracia como sistema de gobierno.
La filosofía
política distingue entre “democracia directa” y “democracia representativa”, los
dos términos tienen connotaciones opuestas, sobre la soberanía popular. La
democracia directa se refiere a una forma de gobierno en la cual “el pueblo participa de manera continua en el
ejercicio directo del poder”. Se trata de una democracia autogobernante.
Esto significa que el pueblo, reunido en asamblea, delibera y decide en torno a
los asuntos públicos.
La
democracia directa supone la existencia de una comunidad en la cual las
relaciones entre los integrantes se dan “cara a cara”, donde predomina una
cultura oral de deliberación, el nivel de burocratización es bajo y el sentido
del deber cívico es muy alto. En otras palabras, la “comunidad” y no la
“sociedad” es la entidad política que más conviene al modelo de democracia
directa.
Jean-Jacques
Rousseau defiende a la democracia directa. Para él, la soberanía del pueblo (la base del contrato social) no
puede ser alienada, dado que el acto de delegación niega la esencia misma de la
soberanía. El pueblo es libre en la medida en que no delega el ejercicio de su
soberanía. El pueblo, participa directamente y los magistrados son solo agentes
del pueblo. Rousseau “sustituye la idea de representación no electiva por la
idea de elección sin representación”.
Rousseau
identificar aspectos problemáticos de la democracia representativa, pero su modelo de democracia
sólo puede aplicarse a comunidades pequeñas y la práctica de esa democracia siempre
terminaba siendo excluyente.
Sartori
distingue entre dos tipos de democracia directa: la democracia directa
observable, que corresponde al modelo de Rousseau, y la democracia directa de referéndum, que supone
la existencia de una comunidad política en la cual los individuos podrían ser
consultados permanentemente sobre los asuntos públicos. Con los progresos de la
cibernética sé reducen las limitaciones del tamaño y del espacio de la
democracia directa, sin recurrir a la representación política.
Aparte
de los problemas técnicos, asociados al tamaño y a la complejidad de las
sociedades, la democracia directa presenta otras deficiencias, como la
posibilidad de manipulación, que en las asambleas expresada mediante la demagogia y que en la
democracia de referéndum se presenta al diseñar la agenda de las decisiones. En
ambos casos, no existen límites al poder de la mayoría.
La
democracia representativa es definida por Sartori como una “democracia
indirecta, en la que el pueblo no gobierna pero elige representantes que lo
gobiernan”. Sin embargo la noción de representación política en un principio no
estaba asociada a una forma de gobierno democrático.
Thomas Hobbes, hace el primer análisis en torno al
problema de la representación política, y distingue entre la persona natural
(cuyas palabras y acciones son propias) y la persona artificial (que encarna
palabras o acciones de otras personas). Usa el concepto de representación para
justificar la obligación política de los súbditos hacia el soberano y legitimar
la autoridad de este último.
James
Madison, señala que la representación política constituye un sustituto ideal de
la democracia directa en países de gran extensión. Para él, las
instituciones representativas son
lugares de representación de personas, no de intereses. De hecho, la existencia
de intereses y
de facciones constituye
una amenaza para
el bien común. La representación es
una manera de concentrar un conflicto social en un foro central, donde puede
ser controlado por la vía del equilibrio y del bloqueo.
Para
Bentham y Mill, la representación es la mejor manera de asegurar la congruencia
de intereses entre la comunidad y el gobierno. Por ello, la elección frecuente
de los representantes garantiza que éstos actúen acorde a los intereses de sus
electores.
John Stuart
Mill, aboga en favor de ese modelo de democracia, para él, “un gobierno
representativo, cuya extensión y poder están limitados por el principio de
libertad constituye una condición fundamental para la existencia de comunidades
libres”. A su juicio, el interés colectivo es mejor servido por el encuentro de
los intereses particulares. La libre expresión de los intereses, así como una
regla de mayoría, supone el respeto a los intereses de la minoría, del sufragio
universal y de la representación proporcional.
La
democracia representativa destaca en la toma de decisiones, pues, cuenta
con suficiente información
en la medida en que se desarrolla
a través de diversas etapas y de una serie de filtros. A diferencia de la democracia
directa, la representación permite una política positiva que evita la
polarización en la sociedad. Así, las minorías tienen voz y sus derechos
están mejor protegidos.
Es cierto
que en el
momento de legislar
o de participar
en la toma de decisiones públicas, el representante
no siempre sirve de manera pura a los intereses de sus representados. Sus
lealtades están divididas entre éstos, su partido político y sus valores e
ideales personales. Sin embargo, en los sistemas políticos modernos la
representación no puede y no debe concebirse como un acto directo e inmediato.
Hanna Pitkin resalta que “Cuando hablamos
de representación política nos
referimos a individuos que actúan en un sistema representativo
institucionalizado y es en ese contexto que sus acciones se vuelven
representativas”. En el mundo moderno,
son esas instituciones representativas las que constituyen el marco
de la vida democrática.
Los mecanismos de la democracia directa, tales como el plebiscito, la iniciativa popular o la revocación de representantes, en términos institucionales, tiende a ser complementarias. Maurice Duverger, dice que estos mecanismos expresan más bien una forma de democracia semidirecta, dado que funcionan más como correctivos que como pilares de la vida democrática moderna.
Bibliografía
Jean-François Prud’homme,"Consulta Popular y Democracia Directa", cuadernillos de divulgación de la cultura democrática num 15, INE, México, 2016. Pág 25-32.
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